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La cruz de los caídos

El origen del controvertido monumento erigido en el cementerio de La Carriona

El agosto de 1936 las milicias avilesinas se batían en el frente de Lugones, los primeros combates dejaban sus muertos y el ambiente en la villa era de total euforia y de rabia. El 18 de julio de 1936, el golpe de estado había sido desarticulado en la ciudad, la treta del coronel Aranda, jefe militar de Asturias, retardaba la sublevación para el 19 de julio, tiempo suficiente para reagrupar sus fuerzas en torno a la capital asturiana.

En Avilés, el alcalde de Izquierda Republicana, Higinio Sierra, se reunía con los mandos de la Guardia Civil y con los carabineros, un total de 140 hombres que en un principio quedarían al mando del Alcalde convertido en comandante militar de la plaza. Se formó también un comité de guerra con representantes de los partidos obreros y los sindicatos de izquierdas. Ese mismo día comenzaron las detenciones de aquellos que podían ser sospechosos de la sublevación militar. La represión de 1934, los atentados de Falange hacía unas semanas no eran un buen síntoma para la paz.

Unas 120 personas fueron detenidas en los últimos días de julio de 1936, todos ellos en su mayoría representantes de la derecha avilesina, gentes como decía el Alcalde "facciosa o contrarias al régimen republicano". El comité dictaminó separarlos en tres grupos, unos serían puestos en libertad, otros quedarían como rehenes hasta la toma de Oviedo y los del último grupo estarían a la espera de ser procesados.

El día 12 de agosto salieron del frente varios camiones con milicianos avilesinos del PCE y de la CNT en dirección a la villa. Llegaron a la cárcel nueva, donde estaban los detenidos. La expedición la comandaba Baustista Sánchez, miembro del PCE. El objetivo, sacar a los presos y llevarlos al frente para fusilarlos. Pero el Alcalde les esperaba en la cárcel y después de una fuerte discusión impidió la primera saca. Como declararía el Alcalde en su juicio, había sed de sangre entre los elementos populares, las milicias querían venganza. Había habido varias discusiones sobre los presos en el comité de guerra, que decidió finalmente por unanimidad sacar a 29 presos para fusilarlos. El día 13, a las 4 de la madrugada, varios camiones cargaron a los detenidos que fueron llevados a Cayés, donde fueron fusilados. Los cadáveres fueron enterrados sin sepultura en el cementerio de La Carriona, pero primero fueron quemados y arrojados en cal viva. Los sucesos se repitieron el 18 de agosto en monte Palomo, en Gozón, donde fueron enterrados, y el 29 en el cementerio de Ceares, en Gijón.

Durante todo el verano grupos de milicianos sembraron el pánico entre la población de derechas. Muchos se desplazan de una a otra localidad buscando fascistas para eliminarlos. A partir de septiembre, el gobierno provincial pone freno a los asesinatos arbitraros y a las prácticas de estos grupos. Desde ese mes, los asesinatos y las penas de muerte desciende progresivamente hasta octubre de 1937, cuando se produce un repunte de la violencia fruto de la ocupación de los sublevados.

El 21 de octubre de 1937, Avilés cae en manos de las tropas franquistas y una de las primeras acciones que tomó la alcaldía fue promover la construcción de un monumento para los caídos, que se materializa años mas tarde. El monumento es una gran cruz con los nombres, ya casi borrados, de los fusilados y con los símbolos del régimen, el yugo y las flechas, y un "Presentes".

Se pueden hacer muchas cosas con la cruz: dejarla caer, derribarla o resignificar el espacio. Nuestro cementerio también es un museo vivo, no pasa nada porque esa cruz quedé ahí, los crímenes del comité de guerra son crímenes políticos y forman parte de la historia de nuestra guerra civil. Otra cosa es dejar la parafernalia fascista, ésa se puede quitar añadiendo un panel para explicar por qué está ese monumento funerario ahí. La Historia no siempre tiene que ser un reñidero, puede ser un buen aprendizaje.

Personalmente, creo que mejor que tirar la cruz se podría aprovechar el dinero del derribo en investigar las fosas de los republicanos que se encuentran no muy lejos de ella. Sería más justo y más sensato.

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