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LA ESPINERA

Reencuentro con el sur

Vencer al miedo cuando amenaza el estado de ánimo

Anoche tuve un sueño, la oscuridad se volvía dorada como la miel, el silencio era un arrullo de tórtolas, los blancos jazmines se volvían biznagas y el aire no era aire, sino solo un aroma muy dulce. Las fibras fracturadas de mi interior flotaban tras emerger en un masaje de relajantes aguas luminosas.

A veces cuando somos capaces de purificar el alma y de abandonar todo lo que se debe olvidar, todo lo inservible; se recupera una realidad risueña e infantil, como la de aquel verano en Málaga, paseando con mi madre, bronceadas, al lado de la farola más blanca y al cobijo de un inmenso y profundo azul.

Ser frágiles sirenas nadando en una armonía de mares brillantes, percibiendo cómo la felicidad late, se vuelve presente y templada por momentos, que se inundan de siempre y de verde.

El viento y el sol nos desvisten y el olvido de la humedad y de los candelabros de plata y de ese saber de dónde se es, que a veces impide tanto saber quiénes somos, transita a nuestro lado y nos acompaña como miles de halos de luz y de peces submarinos y de colores.

Qué mejor paraíso que el de las cometas o sombrillas tornasoladas, las columnas de mármol, las interminables escaleras o los suelos brillantes por los que transitó la felina Hayworth, el elegante y oscuro Sinatra, el genio de Welles, los inolvidables ojos verdes de Ava Gardner o el torturado Marlon Brando, porque anoche soñé que regresaba al siempre mítico e histórico Hotel Pez Espada.

Qué mejor paraíso que ese pasado y presente de belleza mediterránea: la de Olga de Picasso, rodeada de tules que se desvanecen entre cobaltos, zafiros o cerúleos o la de Las tres Gracias, que regresan divinas después de convulsas y dolorosas guerras cubistas.

Ser supervivientes y vencer al miedo y al asombro cuando atenazan, transitando por caminos de luz y luna que allanan las cimas escabrosas.

A veces somos del sur aunque seamos del norte, porque el mundo a veces solo es una trampa sonámbula. A veces contemplando el norte, regresamos al sur como las flores surgidas de la ceniza, como pardelas cenicientas que elevan su vuelo sobre los acantilados.

Anoche tuve un sueño, fue un ansiado reencuentro contigo, un reencuentro de aromas, luces, ilusiones, magia, belleza, recuerdos y solo un deseo de alcanzarte de nuevo como una geografía, la más añorada, y es por eso que, a pesar de haber despertado, sur, creo que te pertenezco.

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