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Todu un paisanu

El merecido homenaje al cura de Miranda, un hombre sabio. erudito, humilde, discreto

-Cómo está el hermano mayor.

-Aquí estoy, un poco malín.

Estas fueron las últimas palabras que mantuve por teléfono, hace unos días, con José Manuel Feito, "el cura de Miranda"; esta denominación era como el apodo por el que se le conocía en todos los círculos. Una hermosa traslación semántica. Son muchas las facetas que se podrían reseñar de José Manuel. Ante y, sobre todo, era un cura, en el sentido más popular de esta palabra. Pablo de Tarso definía al sacerdote como "un hombre de pueblo entregado al pueblo" ("ex hominibus asumptus et pro hominibus constitutus"). En asturiano tenemos una equivalencia semántica mucho más expresiva: "Ye todu un paisanu". Este marbete lingüístico es el mejor calificativo que puede darse a un asturiano. Pues así era José Manuel.

Era un hombre sabio, erudito, humilde, discreto. Poseía una sensibilidad especial para la cultura popular. Espero que su gran archivo, a base de trabajos de campo, sea protegido y aprovechado como se merece. José Manuel era muy estimado en el ámbito universitario por sus conocimientos etnográficos en alfarería y cerámica, folclore? Desde el punto de vista lingüístico destacan sus estudios sobre el bron, legua que hablaban los caldereros de su parroquia de Miranda. Era además poeta. Creaba una poesía clara, sencilla y sobria, llena de sentimientos de raigambre popular y religiosa. La asociación de amigos de Valdediós se vino reuniendo hasta hace pocos años cada primero de mayo en lo que fuera el antiguo Seminario de Valdediós. Él nunca faltaba y traía consigo un ramillete de poesías, como "florecillas hechas en ratos libres que se me caen de las manos", podía repetir él remedando a Fray Luis.

Yo mantuve una estrecha relación con él a propósito de un instrumento muy popular: el acordeón. Sabía que a mí, como aldeano de la zona occidental, me gustaba mucho este instrumento. Y me decía: "Pelaez, si yo estudié acordeón por correspondencia y sé tocar la escala con los bajos". El primer acordeón que tuve me lo regaló él. Me contó muchas anécdotas a propósito de este instrumento. Siendo muy joven le llamaban los demás sacerdotes para predicar la fiesta sacramental o advocación mariana. En una de las ocasiones fue a la Virgen del Fresno. Allí entró en competición con un gaitero que ante aquel curín se sentía muy superior y le dijo: "Tu, joven, tocas solo la procesión de lo demás me encargo yo". Y José Manuel obedeció. En otra ocasión fue a la celebración de la sacramental de su pueblo, en la Pola de Somiedo. Tocó el acordeón durante la misa y predicó. Para el baile de la tarde la comisión de festejos había contratado a un acordeonista y a otro señor que tocaba el bombo. El acordeonista se puso enfermo, con lo cual no podía haber baile. José Manuel sabía lo que para las gentes de su pueblo significaba el baile. Era el momento en que los mayores podían "echar una bailín". José Manuel conocía muy bien que sus abuelos y sus padres se habían conocido en una de esas romerías al son del acordeón. Remangó su sotana, cogió el acordeón, llamó al del bombo y los dos amenizaron la fiesta de su pueblo somedano. José Manuel era "todu un paisanu".

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