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VITA BREVIS

La fuente

Del protagonismo de los espacios urbanos dedicados al agua

Anda esta temporada el señor Barbón amenazando a poco que salga a los medios. Dice que no le temblará el pulso para tomar medidas drásticas. A las primeras de cambio se nos va a caer el sombrajo. Ya está pensando en emular a Cataluña y obligarnos a todos a deambular enmascarados, aunque hay que agradecerle que lo vaya a imponer "sin extremismos", que no se sabe muy bien a que se refiere con ello.

El hombre bajó de Laviana a la capital para ser Presidente y tiene que hacerse notar que manda, de modo que no va a permitir un brote ni un rebrote del virus ese ni de cualquier otro bicho que se cruce por ahí. En pocos días seguramente nos impondrá a todos andar por la calle con bozales en los morros, como los perros de razas potencialmente peligrosas. Así podremos disfrutar de un antroxu de verano, con el beneficio añadido de no tener que gastar el tiempo saludando a los vecinos y demás conciudadanos, al no poder reconocernos mutuamente.

Una parte de la población avilesina está estos días en pie de guerra por otro brote, que es justamente lo contrario y que es el proyecto que hay de que no brote más agua de la fuente del parque, ya en plena ejecución. El concejo de la villa aprobó en su día remodelar el parque del Muelle, que ciertamente estaba un poco pocho. Pero el proyecto de esa remodelación preveía la desaparición de la fuente luminosa, que por ese efecto de la hermosa electricidad llegó a contar con una copla propia para la danza prima. "Andai mozos a danzar / no gastéis tanta fachendá. / Tan buenos son los que danzan / como los que queden fuera."

Es que de las fuentes brota el agua, que siempre ha sido y sigue siendo de importancia principal. Aunque malamente, se puede estar sin comer unos cuantos días, pero sin beber es imposible. Todas las civilizaciones nacieron cerca de las aguas, como la de Harappa en el Indo, la egipcia en el Nilo o la mesopotámica entre el Tigris y el Éufrates. Incluso los más modestos asentamientos humanos siempre se construyeron allí donde hubiera un río, un lago o un manantial del que brotara agua, o un pozo del que pudiera extraerse, que es ya cosa más industriosa.

Cuando las ciudades crecieron algo, eran de gran importancia las fuentes, que manaban agua, traída a veces desde lejos, para consumo de humanos y bestias. Eran muy alabados los prohombres que construían esas fuentes dentro de las ciudades o en sus cercanías, como obras benéficas para la comunidad, algunas de ellas con gran alarde constructivo para mayor gloria de su promotor. Imagínense la impresionante Fontana di Trevi, de Roma, con sus tritones e hipocampos y con el telón de fondo del palacio Poli, a la que los visitantes acostumbran arrojar alguna moneda para asegurarse, según la leyenda, volver algún día de nuevo a la ciudad eterna.

Una vez que todas las ciudades estuvieron provistas de agua corriente en las casas y no precisar de la ganadería para transportarse por ellas, dejaron de construirse fuentes para abrevar personas y animales. Pero no menguó la pulsión por las aguas públicas y se siguió con mayor ahínco aún la erección de fuentes, pero ahora solamente ornamentales, que son muy útiles porque apaciguan el ánimo y refrescan el ambiente, mayormente en lugares de clima seco y caluroso, donde el calor se hace femenino o plural, con la calor o los calores.

Aquí, por las Asturias, esa función de las fuentes de refrescar los aires no es muy necesaria, salvo en contados días al año. Pero sí puede ser muy útil para que, con su contemplación y con la escucha del rumor de las aguas, se puedan serenar los espíritus. Ahí está el encanto que adquirió Oviedo, con la multitud de fuentes con la que la pobló el alcalde don Gabino que, por apellidarse de Lorenzo, tal vez quiso emular con ello al renacentista Lorenzo de Médici. Parece ser que en Avilés no estamos por esos derroteros y la fuente luminosa del parque dejará de brotar para siempre.

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