La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

VITA BREVIS

Un sueño

Sobre Martín Lutero King, el doctor Simón y la pandemia

El doctor Martín Lutero King fue un cura protestante, como su propio nombre le delataba indiscutiblemente. Era americano y negro, pero ciertamente era doctor, porque estudió Teología protestante y se doctoró en esa disciplina por la Universidad de Boston. Fue un activista contra la segregación racial y por los derechos civiles de los negros americanos. También combatió pacíficamente contra la Guerra de Vietnam, por todo lo cual consiguió el Premio Nobel de la Paz.

El doctor King fue uno de los oradores en la gran concentración de Washington en 1963 por los derechos civiles, que fue la mayor que se haya celebrado allí en la historia. Se hizo famoso ese discurso, equiparable a las Catilinarias de Cicerón y que ninguno de los políticos españoles ha logrado acercarse ni de lejos. Comenzó con aquella frase de "I have a dream" ("Yo tengo un sueño").

No quiero compararme en modo alguno con ese prohombre, pero tengo que participarles que yo también he tenido un sueño. No se trata de un recurso retórico, como el del doctor King. Es un sueño real que tuve hace unos días mientras dormía, que es cuando se sueña propiamente. Verán, se trata con que soñé que aparecía nuestro afamado doctor Simón, quien, por cierto, no es doctor, sino simplemente licenciado en Medicina, como tantísimos otros médicos españoles que no han hecho el doctorado, aunque todo el mundo les llame impropiamente doctores. Es más, mire usted que tampoco ha hecho el MIR, por lo que no es más que un médico generalista, aunque es verdad que estudió Higiene y Medicina Tropical en una escuela de Londres. También es verdad que anduvo unos años por África de médico misionero y, seguramente por esto, se le considera experto en epidemias, porque allí debió experimentar con los negros, que lo aguantan todo.

Visto así, yo también debo ser algo experto en malaria, dengue, ébola, sida, tuberculosis, virus del Nilo y otras epidemias varias y epizootias, porque anduve algo por el continente africano, aunque, eso sí, no le llego al doctor Simón ni a las suelas de los zapatos, porque no estuve por allí de misionero, sino de intrépido turista occidental.

A lo que íbamos, que era el sueño con la aparición del mal llamado doctor Simón. Lo veía en el sueño en plano americano, que dicen los cineastas, y rodeado con un halo de nubes blancas y difusas. Pronunció entonces una alocución breve, que no recuerdo en absoluto, salvo que la pandemia del coronavirus había que darla por concluida en España. Inmediatamente me desperté.

No quise quedarme así, de modo que me asomé a la ventana para ver si era realidad que la epidemia del bicho chino se había acabado y todo había vuelto a la vieja normalidad, que es la verdadera. Me decepcioné enormemente porque seguía viendo transitar por las calles a gentes sin rostro, ocultos tras esa prenda que en nuestra civilización occidental sólo es propia del carnaval.

No obstante, quise creer que lo soñado era cierto y que tenía que haber otra razón para que los humanos siguieran portando bozales, como canes potencialmente peligrosos. Y, después de cavilar algo, encontré la razón de que todo siguiera anclado en la nueva normalidad, que es un oxímoron, porque si es nuevo no puede ser lo normal, que es lo habitual y predica necesariamente la continuación de lo anterior.

La razón tenía que ser que ese señor de Laviana, que gobierna nuestra taifa asturiana, no había levantado sus prohibiciones, porque ya dijo en varias ocasiones que no le iba a temblar la mano para poner todas las restricciones que hubiera falta contra la pandemia. Seguramente hubo un par de contagiados asintomáticos el día anterior y, tal vez, alguna señora que estaba depositada en una residencia de ancianos se murió de vieja, como es lo natural, de modo que aquí seguíamos como estábamos.

Mi sueño se quedó en eso, en un sueño. A los jóvenes se les sigue prohibiendo serlo porque, aunque no les pase nada, pueden transmitir el bicho al abuelo, cuando vaya a verlo la familia, de Pascuas a Ramos, al trastero de los ancianos en que sus padres, tan responsables y cumplidores de las normas, lo tienen almacenado.

Compartir el artículo

stats