La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una fiesta que fue un funeral

Las distancias de la monarquía con la ultraderecha

El pasado lunes, 12 de octubre, hubo quien se echó a la calle y metió en el mismo saco la celebración de la fiesta nacional, las protestas contra el cierre de Madrid, los vivas al Rey y los abucheos a Pedro Sánchez, como si se tratara de un lote a precio de saldo. El motivo daba igual, lo importante era hacerse notar y que viéramos que todavía hay gente que canta el "Cara al sol", ondea banderas con el águila preconstitucional y jalea pancartas con cruces gamadas y otros símbolos nazis.

Lo siento por los monárquicos, pero si esos son los que defienden al Rey, apañada va la monarquía y Felipe VI, que por lo que dicen algunos, los que están al tanto de lo que ocurre en palacio, hay indicios fundados de que su ideología se aproxima más a la de los que, el lunes, salieron a la calle que a la de su padre.

Juan Carlos siempre marcó distancias con respecto a la ultraderecha. En eso, y en otras cosas, coinciden las dos Pilares, Pilar Eyre y Pilar Urbano. "El Rey emérito no es de nada, pero si tiene que ser de algo, tira a la izquierda. La derecha lo aburre y de la ultraderecha siempre se mantuvo alejado".

Urbano asegura que el anterior monarca era muy peculiar. "En lo del billetero es liberal; y en cuanto al resto... qué les voy a contar".

No sé si en Zarzuela estarán contentos, pero creo que no les hicieron ningún favor, ni al Rey ni a la monarquía, quienes se manifestaron el lunes, ni tampoco Cayetana Álvarez de Toledo, que publicó un vídeo en el que un grupo de personalidades e intelectuales como Belén Esteban, Bertín Osborne, Jiménez Losantos o el torero Francisco Rivera, aparecían imitando a Rajoy cuando dijo: "¡Viva el vino!".

Fue todo tan cutre y tan trasnochado que la fiesta tuvo más de funeral que de celebración. Tampoco debería extrañarnos. La Fiesta Nacional, tal y como está concebida, parece una fiesta de la familia real y las Fuerzas Armadas que se retransmite por televisión y solo afecta a los madrileños. En ningún otro lugar hay un acto más allá de que se celebre en los cuarteles de la Guardia Civil.

Eso es lo malo, que una fiesta que deberían celebrar todos los españoles parece una fiesta privada del Rey, la Guardia Civil y los militares.

Se falla en el fondo y también en la forma. Empezando porque es una conmemoración establecida oficialmente por Franco en 1958, y regulada y ratificada después en 1987, y siguiendo por que en todo el tiempo que llevamos de democracia ningún gobierno hizo nada porque ese día se celebrara en común. Es decir, prescindiendo de simbolismos que representan el pasado y dándole un nuevo enfoque que resalte aquellos elementos que unen a las personas y los territorios de un país tan complejo y diverso como el nuestro.

Resulta evidente que el 12 de octubre no debería ser lo que es: la fiesta de quienes añoran el franquismo y no admiten otra concepción de España más que la suya. Lo propio sería que fuera la fiesta de todos los españoles. Pero así estamos. Y, me temo que para seguir porque ésta de 2020 volvió a celebrarse con más pena que gloria. Da igual, algunos solo echaron en falta que no desfilara la cabra.

Compartir el artículo

stats