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El fútbol tiene que ser esto

Los alevines Mauro, del Oviedo, y Vicente, del Sporting, emocionan al país con su gesto en el derbi que decidió la Liga

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El gesto del que todo el mundo habla

En un momento en que los padres humillan al fútbol con peleas bochornosas en la grada y berridos inadmisibles en la banda, los hijos lo dignifican en el césped con lecciones como la del sábado en las instalaciones Tensi de Oviedo: un jugador del Sporting alevín consolando a otro del Oviedo alevín por una Liga decidida en el último partido. Mauro Rodríguez se echó a llorar desolado porque acababa de perder el título en el último partido y Vicente Carreño, que podría ir a celebrarlo con sus compañeros, que podría ponerse a saltar y a gritar como haría cualquier chaval, que podría olvidarse de todo y dejarse llevar, se fue hacia Mauro, colocó las manos sobre sus hombros, juntó su cabeza contra la de su amigo y se puso a darle ánimos y a consolarle, dejando una imagen viralmente preciosa que emocionó al país.

Mauro tiene 12 años y el pelo moreno y liso, vive en La Felguera, quiere ser profesor de Educación Física y es el máximo goleador del equipo Alevín A del Oviedo: 45 tantos. Vicente tiene 11 años y el pelo claro y rizoso, vive en Moreda, quiere ser periodista deportivo y es el máximo goleador del Alevín A del Sporting: 53.

Cuando no coinciden en la selección asturiana, Mauro y Vicente compiten por ser el mejor delantero de Asturias en esa categoría, la de alevín, donde todavía es posible vivir soñando o, lo que es mejor, soñar viviendo. Uno de rojiblanco, otro de azul. A un lado el Sporting, al otro el Oviedo.

Una rivalidad que enfrentó, enfrenta y enfrentará sin solución a tantos futboleros asturianos y que ellos, en su bendita inocencia, solventaron con una tierna acción que resultó ser un extraordinario ejemplo para todos ahora que ya hay quien, aceleradamente o no, piensa en clave derbi.

-Acabábamos de ganar. Vi que estaba llorando y fui a consolarle-, dice Vicente sentado en un banco de un restaurante ubicado en Llanera.

-Estaba fastidiado y no pensaba en nada. Si hubiera pasado al revés, yo también lo habría hecho-, admite Mauro sentado en el mismo banco donde, un día después del partido, todavía con el gesto contrariado del resultado, atiende a este diario.

Lo de menos aquí es que el Sporting ganara (1-2) al Oviedo y le levantara en la última jornada una Liga que bien podría haber sido azul. Lo de más es el resto, que es mucho más que un título: el dolor de la derrota y la alegría de la victoria condensados en un abrazo de dos chavales separados por unos colores y unidos, que al final es lo que importa, por una amistad inmune a todo.

Cómo estará el fútbol de hoy para que conmueva de esta manera un gesto cariñoso de dos chicos con camisetas rivales. Cómo estará el fútbol de hoy para que los niños que se abrazan tengan que dar lecciones a los padres que se pegan.

"La foto emocionó porque es un ejemplo al mundo del fútbol", cuenta Toni Rodríguez, padre de Mauro. "Fue impresionante. Dos chavales dando una lección. El fútbol es esto", añade Damián Carreño, padre de Vicente. "Por encima de todo está el deporte y las personas", coinciden ambos. La foto emocionó, en realidad, porque es pasión bien entendida, y la pasión bien entendida integra, no separa.

Vicente y Mauro son las estrellas de dos equipos que acabaron la Liga con 129 tantos cada uno (98 entre los dos chavales), una barbaridad que demuestra la superioridad de los dos grandes de Asturias sobre el resto en las categorías inferiores. Vicente es la referencia sportinguista sin ser de Gijón. Mauro es la referencia oviedista sin ser de Oviedo. A Vicente lo captó el Sporting hace dos años, cuando lo fichó del Aller. Mauro lleva seis en el Oviedo o, lo que es lo mismo, lleva justo la mitad de su vida de azul. Vicente se entrena en Mareo tres días a la semana y va en coche con su padre, minero jubilado, para evitar así el autobús que le ponen desde Mieres. Mauro va también tres días a la semana a Oviedo a las instalaciones Tensi, pero lo hace en el taxi que le paga la entidad azul.

Dos chavales de Las Cuencas con dos colores distintos, fiel reflejo de esas dos Asturias futboleras que tantas pasiones levantan. Dos chavales nacidos en el año 2005, cuando los derbis entre los equipos mayores eran la utopía que, afortunadamente, ya no lo es hoy.

-¿Y cómo os imagináis un derbi de los de verdad?

-Con muy buen ambiente-, contesta Mauro. Vicente asiente.

Los dos responden con monosílabos, quizá cohibidos por la excesiva atención que genera a su alrededor una conversación que tiene lugar el pasado domingo en mitad de una comunión.

Mauro cuenta que va cada vez que puede al Carlos Tartiere, que su ídolo es Toché y que hubo una vez que lo conoció un poco de refilón en una visita del delantero murciano a un centro de mayores. Vicente dice que va siempre a El Molinón y que su ídolo es Luis Suárez, el goleador del Barça, pero que del Sporting se queda con Duje Cop, a quien todavía no tiene la oportunidad de conocer. Mauro, que aún tiene grabado en la cara el disgusto de la derrota, es un oviedista en una familia sportinguista: su padre es rojiblanco y su hermano pequeño, seguramente, fiche por el Sporting en poco tiempo. Vicente no tiene problemas de incompatibilidad con su familia: todos tienden al rojiblanco.

"Más allá de colores, el fútbol tiene que ser así y más en chavales", insiste Toni Rodríguez, que cuenta que en su casa "no se habla de fútbol" porque "lo primero son los estudios". También sabe Vicente, hijo único, que los libros van antes que el balón, como bien advierte su padre Damián Carreño, a quien no le sorprendió "en absoluto" su gesto tras finalizar el partido. "Me lo esperaba, es muy sentido", explica.

Ese gesto que parece tan normal y no lo es aparece hoy como un soplo de aire fresco en un momento en que el fútbol, irracional por naturaleza, necesita de más abrazos y menos puñetazos.

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