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Podes, donde la humildad es arte

El presidente gozoniego, José Ramón Méndez, madruga todos los días para, con la ayuda de Laudino del Amor, pintar las líneas del campo y lavar la ropa de los jugadores

Podes, donde la humildad es arte MARÍA FUENTES

Es domingo, a las diez de la mañana. San Martín de Podes amanece con frío y nublado. José Ramón Méndez Navia y Laudino del Amor apuran un café y tiran hacia Builla. Por la tarde, el Podes recibe a las cinco de la tarde al Narcea, pero hay mucho trabajo por hacer. Los dos hombres empiezan un ritual para poner guapo el campo más llamativo de la comarca de Avilés. Mientras Lalo pinta las líneas del campo, con precisión suiza, Navia hace la colada con la ropa deportiva, limpia los vestuarios y coloca las camisetas de los futbolistas en los percheros de la casetas. Y así, cada dos fines de semana, durante los últimos 15 años, el presidente del club y su inseparable ayudante, entregan su vida al Podes, donde la humildad es un arte.

"Atiende, porque no sé cómo explicarlo. El Podes... esto es un sentimiento. Es el equipo de mi pueblo, donde vivo. Hace años, San Martín de Podes tenía mucho trasiego. De pequeño, nos juntábamos en Builla muchos chavales para jugar al fútbol. Ahora, ya no hay tanta gente. En invierno, la vida es triste y difícil. Pero el Podes es mi equipo y Builla, mi segunda casa", explica Navia, el presidente de la entidad, embutido en un anorak deportivo y chandal que ha visto muchas mañanas de trabajo solitario en Builla.

"Este campo es un privilegio jugar en él. Dime tú desde que otro se ve el mar, el Cabo Peñas y los Picos de Europa. Es una pasada", afirma Lalo, un pensionista de 75 años, que colabora con Navia en todos los partidos. "Estoy aquí por amistad, para echarle una mano. Aquí es el presidente el que lo hace todo", afirma.

En el campo de Builla hay poco espacio para lo rimbombante. Todo está cuidadosamente armado para ser útil. "Las gradas tienen las dimensiones exactas para que se pueda colocar el bar en las fiestas de prao, se coloca hasta una parrilla", indica el dirigente. Para muestra de que lo que dice es cierto, está el marcador, una dependencia que arquitectónicamente recuerda a un torreón medieval, pero que es en realidad un almacén donde se guardan materiales para los entrenamientos.

Una vez que termina el partido, el trabajo de Navia y de Lalo no termina. "Después toca limpiar el vestuario. En verano, todavía, pero imagínate en invierno. Esto se convierte en un barrizal tremendo", comenta Navia, que lógicamente no vive de ser presidente del Podes. Es comercial y su trabajo le lleva por toda Asturias. Lalo tampoco gana nada con su trabajo. "Lo hago por Navia y porque mi madre era del pueblo y es una forma de estar vinculado". Y así cada 15 días, dejan claro que en Podes, la humildad es un arte.

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