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Caminando en círculos

Quinzanas bridge

Estuve con Pepe Monteserín y un buen puñado de amigos, una mañana de junio, tomando una cerveza en el bar del Puente Quinzanas, en plena fiebre salmonera praviana. 38 coches, 57 personas y media docena de cañas acechantes componían un paisaje indescriptible. Desde el balcón del puente, vimos media docena de imponentes salmones, ajenos a las quisquillas que les presentaban ante sus morros, y unos cuantos reos y truchas inquietos que saltaban sin parar. El trasiego era constante y la impaciencia vencía a la calma ante tanto pez merodeando por las pilastras y el poco interés que mostraban por ingerir el cebo. La tensión iba in crescendo cuando disimuladamente uno de los pescadores retiene su euforia al localizar otros dos salmones, que acababan de llegar al pozo. Los gestos, las metáforas y la actitud eran dignas de un Max o el Cervantes, pero el pescador en cuestión prefería el salmón, antes que tan egregios galardones.

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