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Noreña: la singularidad amenazada

La lucha histórica por mantener el territorio

No siempre resultó sencilla la convivencia del condado arzobispal con el concejo circundante. Es más, desde sus inicios ya se pueden encontrar algunas claves para una prolongada rivalidad, sin duda, ya superada. Por su contribución a la causa bélica de la Reconquista los habitantes del Señorío de Noreña fueron liberados del impuesto de alcábala (una especie de impuesto indirecto sobre las mercancías que se pagaba no individualmente, si no por concejo) por lo que sus vecinos se sintieron claramente perjudicados. Las reclamaciones ante la justicia real fueron constantes durante años. Finalmente la autoridad de los Reyes Católicos dictó sentencia a favor de los noreñenses. La hoguera estaba encendida.

Sin embargo, el Conde de Noreña que fue advertido desde el principio, incluso con sangre y fuego, de quien era el dueño del poder terrenal, logró mantener su territorio durante siglos aunque vigilado atentamente por el poder real.

Solamente durante 7 años (1826-1833 ) Noreña perteneció al Ayuntamiento de Siero. En ese año, un decreto real de integración de cotos y concejos pequeños provocó la reclamación popular liderada por liberales noreñenses y las aguas volvieron rápidamente a su cauce.

Además este movimiento acabó favoreciendo de nuevo al más pequeño. Pocos años después y tras un pleito que dirigió Manuel María Acevedo y Pola, Noreña rompió el cerco y consiguió los terrenos de la margen izquierda del río Noreña. Sólo desde entonces, hace 160 años, Los Riegos, La Campanica, La Barreda o Miraflores y parte de Ferrera pertenecen al concejo (atentos los que piensan que en este tema las cosas son inmutables).

Sin más sobresaltos Noreña transita por la segunda mitad del siglo XIX plena de zapateros. Tampoco habrá sobresaltos durante la República o la Guerra Civil y estará bien protegida durante la Dictadura. Durante la Transición había muchos problemas para pensar en localismos.

Sin embargo, la crisis económica y demográfica nos sitúa en plena tormenta y sin paraguas. En muchos centros de poder político y económico se comienza a hablar de la necesidad de reajustar el mapa municipal asturiano. Deberíamos tenerlo en cuenta.

Tan cerca como en 1886 se creó el partido judicial de Siero al que ahora pertenece Noreña. En ese momento la Corporación municipal noreñense solicitó el traslado de la sede judicial de Oviedo a Siero resaltando que nuestros intereses, costumbres y hasta el modo de vivir eran coincidentes con los de Pola de Siero.

Obviamente estos textos no expresan la opinión de un historiador. Solamente la de alguien apegado a su tierra y que se ha aprovechado de los trabajos de personas que sí ayudaron a conocer nuestra historia: Juan Uría Riu, Higinio Monte Cuesta, Francisco Junquera Hevia, José Manuel Fanjul y, cómo no, Carlos Sorribos.

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