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El cogollu

Entre Rajoy y Silvestre

Mariano Rajoy ha vuelto al Registro de la Propiedad de Santa Pola, en Alicante, a sus 63 años. Diecinueve días después de perder una moción de censura en el Congreso y cinco días después de dejar la política, el expresidente del Gobierno reanudó su carrera profesional y cumple con ejemplaridad aquella máxima que repetía su predecesor Manuel Fraga: "Lo difícil no es subir a la montaña, lo más difícil resulta bajar de la montaña".

Rajoy ha descendido de la cumbre sin precedente entre los presidentes anteriores y con las incógnitas inquietantes de una bajada que casi nadie realiza por voluntad propia. El retorno de Rajoy a su despacho, a falta de ejemplos de Estado (aquí ya lo había hecho Pedro de Silva), evoca por algún inconsciente mecanismo el regreso de Gerardo Iglesias, entonces líder de Izquierda Unida, a la mina. Vuelta que fue motivo de resentimiento y críticas desde algún sindicato minero; de indiferencia y desprecio entre los suyos, y de reconocimiento de quienes no hacen leña del árbol caído con dignidad.

Miquel Silvestre, de 49 años, alicantino de Denia, es registrador en excedencia, como Rajoy hasta esta semana, está lejos de la política y vive volcado en viajes y literatura. En sus años como fedatario público en Gijón, Silvestre disfrutaba de Les Mariñes en su chalé en Quintes, donde se hizo buen amigo de Abel y Rodrigo Buznego, de Casa Kilo, que le recuerdan con afecto. Excolaborador de LA NUEVA ESPAÑA, se dedica a viajar en moto y a narrar sus peripecias en programas y publicaciones de todo tipo. Apasionado de la escritura, Silvestre fue responsable de la revista oficial del Colegio de Registradores de España cuando llegó la jubilación de César García-Arango y Díaz-Saavedra, profesional y persona ejemplar, fallecido el pasado 3 de marzo en Oviedo. En la revista de los registradores quedó escrita una confesión de César García-Arango que a buen seguro comparte Rajoy: "Volvería a ser lo que fui evitando algunos errores". Descanse en Santa Pola el expresidente, y en la gloria eterna García-Arango.

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