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Relato de la renta en Noreña

Una buena situación que tendrá que ser defendida en circunstancias mucho menos favorables

Los datos del año 2016 proporcionados por la Agencia Tributaria en una economía transparente sitúan a Noreña como el segundo concejo de nuestra autonomía en renta per cápita. Si la comparación se hace extensible a todos los municipios españoles aparece en un puesto tan confortable como el 212 de los 8.124 existentes. Traducido a la vida real, significa que disponemos de 28.428 euros por habitante y año para hacer frente a nuestros gastos de la vida diaria, de los que, además, están excluidas las prestaciones gratuitas garantizadas por el Estado.

Como contrapartida, los noreñenses han dedicado un promedio de 4.967 euros a ponerse al día con la Hacienda pública, dejando así la renta disponible en 23.461 euros. Es decir, un 20% de sus ingresos (1 de cada 5 euros ) son destinados al mantenimiento de los servicios comunes y a las ayudas a los que, en la actualidad, soportan unas condiciones más desfavorables.

Hasta aquí los datos.

Pero para que los datos conformen un relato consistente tienen que tener unos antecedentes, que los expliquen de una forma coherente, y una proyección para el futuro. Sin duda, para nosotros está más clara la primera premisa.

Recapitulamos.

Fruto de una ubicación territorial muy favorable, con unas dimensiones reducidas pero bien protegido por azares históricos, el concejo se encaminó hacia el desarrollo en el siglo XIX basándose en el conocimiento y en la laboriosidad de sus gentes. Sus datos de desarrollo son favorables desde los primeros momentos y han mejorado de forma constante durante todo el siglo XX. Ya en el inicio de los años 70 nuestra renta se comparaba nada menos que con la de los cantones suizos, faro de modernidad en esa época. Probablemente un factor clave en este proceso haya sido la masiva incorporación de la mujer a la actividad industrial.

A pesar de los cambios experimentados en el ámbito laboral hemos sido capaces de mantener el barco a flote hasta la actualidad, e incluso surcado la angustiosa crisis económica de 2008 con cierta estabilidad.

Medir el impacto que el futuro puede tener para nosotros es una tarea mucho más complicada.

Está claro que nuestra aldea ya es global, que nuestros jóvenes van con sus mochilas por el mundo excelentemente formados y que nuestras industrias básicas están en retroceso. Todo ello encaminará a las nuevas generaciones a defender este relato en condiciones menos favorables, con mercados abiertos muy competitivos, innovaciones tecnológicas extraordinarias y con nuevas reglas en las relaciones sociales.

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