En este 2019 se cumplen 30 años del primer contacto de la Orden del Sabadiego con los responsables del Hotel Virrey Palafox, que un año después alcanzarían los ayuntamientos de Noreña y El Burgo de Osma-Ciudad de Osma (Soria), firmando y sellando compromiso entre ambas localidades, caracterizadas entre sí por el merecido protagonismo que consiguió el cerdo en ambos pueblos, el castellano por sus famosas celebraciones rito-gastronómicas en torno a la matanza y Noreña por considerarlo su animal totémico, base de la mayoría de las elaboraciones chacineras y de salazones que se elaboran en las fábricas del condado. Por algo contamos incluso con monumento en bronce y a tamaño natural, como si de un benefactor se tratara, y creo que así habría que considerarlo, si es que no se reconoce aún tal mérito.

Sería el primer hermanamiento oficial de Noreña. En cambio, Burgo de Osma ya mantenía lazos de colaboración con Guijuelo, Carbonero el Mayor, Cantimpalos, Olvega, Vic, Candelario, Sepúlveda, Montánchez, Jabugo, Miranda del Castañar y así hasta quince localidades españolas, todas ellas con buen nombre y mejor producto en los ámbitos chacineros. Y, lógicamente, el viejo condado de Noreña también tenía que estar presente en ese púlpito que es el Virrey Palafox, donde se venera al cerdo y, más que venerarlo, donde puede ser disfrutado en variedad de recetas durante la popular fiesta de la Matanza, que este año alcanza la XL edición, cita con carácter de Interés Turístico Nacional y que durante todos los fines de semana de febrero y marzo logra reunir a miles de viajeros amantes de la gastronomía porcina, porcófilos, en una palabra, que son conocedores de las buenas maneras de este pueblo soriano. Y, sobre todo, de la hospitalidad de la familia Martínez Soto, que lleva muchos años pregonando este noble arte del sacrificio del cerdo, mantenedores de unas costumbres que nos son cercanas en cultura y lejanas en el tiempo, pero que hacen y saben conservar para conocimiento de sucesivas generaciones, que ven al cerdo más como amigo que como animal, que ni puerco lo llaman; despensa viviente del pobre, que decían con razón algunos cronistas en tiempos de penurias. y que ha pasado a ser un lujo en la gastronomía de los pueblos de España.

Alimentó a familias enteras del mundo rural, como ya queda dicho, y ahora produce algo más que ricos y cotizados jamones, pues hasta las válvulas de su corazón son aprovechables, pues dicen que son lo más parecidas a las del hombre. Pues bien que se merece monumentos, homenajes y celebraciones. Es evidente que está en los altares cristianos por alguna razón soberana.

El pasado 19 de enero, con frío, tal y como mandan las costumbres matanceras, la representación noreñense tomó las carreteras de Castilla y las parameras sorianas, que tanto cantó Gerardo Diego, para ratificar aquel primer encuentro amistoso y oficial, probar los veintitantos sabores que aseguran desprenden las diferentes partes del cerdo. Un animal que, según dejó escrito el sabio doctor Gregorio Marañón, salvó mas vidas humanas que la propia penicilina, que se cura después de muerto, dicen otros, y por Galicia aseguran que les gustan hasta sus andares parsimoniosos, según escribió el clásico, que ya es decir. Y ya que hablamos de Galicia, en el entrañable Lalín están empeñados en unir sentimientos de los pueblos que tienen al cerdo casi casi en los altares, tal y como hizo San Antón y algún santo más. El propio Lalín, Noreña, La Alberca y pocos más cuentan con monumento al cerdo. Pues a ello vamos.

De todos modos, estamos ante un animal que origina los más diversos comentarios, que da sus nombres para la mayoría de las cosas despreciadas por el ser humano y que genera la mar de agradecimientos para el estómago, ya que desde el hocico hasta el rabo...

Por Inglaterra ya andan con nuevas reglas y nuevas normas de respeto en el trato hacia este animal, por lo que no es de extrañar que a partir de muy poco tiempo lleguen hasta los mataderos en su recta final, limpios, en camiones con jaulas independientes, acolchadas y con duchas, música clásica y con aire acondicionado. Pues la verdad que se lo merecen, aunque sigan gruñendo, que ya no sabemos si lo hacen con razón o sin ella, aunque mirándolo bien, quizás la tengan toda.