José Manuel Del Dago Castro, de 54 años, hoy vendedor de cupón en Grado, en su nueva vida tras un trasplante de hígado, ha sorprendido con su relato aquí en las páginas del suplemento Salud. La historia médica de "Tornín", como todos le conocen en Nava, la tierra que le ha visto nacer, y en la que viven su madre Lidia y su hijo David, me anima a recordar a su padre, figura imborrable e irrepetible, de quien toma el apodo y con quien trabajó su hijo.
Gilberto Del Dago Junco era natural de la Olla de San Vicente, Tornín, en Cangas de Onís, a la orilla del Dobra. Tras casarse en El Espinadal y establecerse en Gamonéu, en una vivienda-bar con salón de baile, se dedicó a la construcción. Suya fue la idea de un primer molde de tubos de hormigón, un proyecto que encauzó su vida. En los inicios utilizó con su invento el terreno, hoy plaza, de la empresa Najosa que construía la N-634. Rellenaba los primeros moldes con gravilla que recogía a la orilla de las carreteras. Con los años y pese a su hereditaria enfermedad visual, trabajador infatigable, levantó una firma de referencia en bloques y tejas. En sus mejores tiempos con Tejas Del Dago, ya completamente ciego, su planta de prefabricados superaba la quincena de trabajadores, y Asturias le quedaba pequeña. El invidente Tornín, desde su modesta oficina en La Laguna, se convirtió en un empresario único en Nava por su negocio, su altruismo y su generosidad sin límites. De él salieron trofeos para un karting que nadie apoyaba y que ganaba un desconocido niño de nombre Fernando Alonso. Los amigos de la cuatreada aún lo recuerdan, según Vicente Díaz, como el mejor patrocinador de bolos en Asturias. Gilberto del Dago falleció el 25 de diciembre de 1999, con 64 años. Entonces también vendía cupón de la ONCE. Pese a lo mucho que dedicó a los periódicos, nunca pudo verse en una página.
