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Los últimos druidas

La luz que pasa por el suelo

El justo pago de las eléctricas a las parroquias rurales

Estamos acostumbrados a ver las torres metálicas con sus brazos abiertos, como si fueran las aspas de los molinos con los que luchó D. Quijote. Así fue desde la infancia y sigue siendo en estos momentos. Eran gigantes que desde La Malva y La Riera en Somiedo sujetaban el tendido eléctrico hasta La Corredoria, en Oviedo, donde estaba situada la estación de acogida y distribución. Nada que objetar durante la puericia de aquellas torres que ya formaban parte del entorno e incluso, para los más atrevidos, un juego al trepar por los nervios y cabrios, a ver quién era el que llegaba más cerca de los hilos. Muerte segura, pero nunca hubo que lamentar ninguna desgracia. Sin embargo, a medida que uno iba creciendo y se veían los pueblos de Traspeña y Banduxo sin luz, cuando las torres pasaban por el medio de Las Ventas, aquello indignó a la gente y a este cronista hasta el punto de hacer un colectivo para luchar por un mínimo de generosidad por parte de la compañía eléctrica de turno. Todo cuanto paguen las empresas a las parroquias rurales y concejos por los que atraviesan las líneas aéreas será poco. Y el agua de los ríos también es nuestra. Oído.

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