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La expresividad de la Pasión maliayesa

Reflexiones en torno a la pasada Semana Santa de Villaviciosa

Son muchos los años que, desde niño, siendo monaguillo de mi parroquia de Lugás, vengo participando, siempre que es posible, en las procesiones de Semana Santa en Villaviciosa. Pocas veces, quizá por especial situación anímica, me sentí tan impresionado como en las procesiones del Silencio y en la del Encuentro.

Cada pueblo tiene sus propias peculiaridades de sus modos de celebrar su Semana Santa. De dos de estas expresiones quiero hablar. Para la Bética Andalusí, la expresividad suma es la saeta. Es algo vivencial, anímico, formando parte de las esencias del alma andaluza, algo como arrancado de la intimidad del corazón, que la boca y los labios se encargan de transformarlo en grito desgarrado y desgarrador. Es como una saeta de fuego, salida del hondón del alma, portadora de mensajes en que lo íntimo salta a la mente del oyente, pasando antes por los corazones.

La saeta se convierte en parabolé, que es palabra proyectil lanzado a los aires en búsqueda de una meta, de una diana en que hacer impacto: es palabra gritada, palabra llena a rebosar de sentimientos, salidos de lo profundo del alma. Esa palabra concertada en un pensamiento es disparo certero y nunca queda sin alcanzar su objetivo. Es como la lava de un volcán, que se agita en las profundidades de la tierra y que , de repente, hace explosión inesperada y se proyecta a las alturas, cayendo de nuevo sobre las laderas de la montaña , arrasando cuanto encuentra a su paso, sin posibilidad de vuelta ni retorno llenando a rebosar todos los entresijos de almas y corazones. Sentimientos, amores, quereres de intimidad dejan patencia de sentires de amor, hacia Aquél que va a morir en una cruz, hacia una Madre, que no ha sabido en su vida más que de Dolores sin fin, convirtiéndose en María del Dolor infinito que recoge en su regazo el Dolor sin límites de la Humanidad , puesto a precio de redención, junto con la sangre del que va morir pendente de una Cruz.

Alma y vida hechas piropo, que no es sino palabra que arde, que es portadora de ardores Sin medida, convertida en dardo encendido que quema, que traspasa las mismidades del ser, que es palabra proyectada -palabra=proyectil-. Lumbre de las almas, resplandor y ardores sumos, fuego ardiente, luz que irradia y quema, que como la zarza de Moisés, arde sin consumirse. Es la Semana Santa de la Bética, con sus saetas y decires, con sus cantos desgarrados, rompiendo el silencio de la noche, en las horas quizá ya de la madrugada.

Para Villaviciosa y su Semana Santa hay una connotación propia, peculiar, característica. No habrá Sermones de las Siete Palabras, no habrá adustez suma, como en la Semana Santa castellana, pero si habrá Autos Sacramentales de la mayor expresividad: Encuentro y Desenclavos, Semana Santa de expresivo realismo en el Cristo, en encuentro amoroso son la mujer Verónica, con el Evangelista Juan, con María la Madre del Crucificado, con un pueblo que hace bandera de su expresividad al silencio.

En la Semana Santa de Villaviciosa es, en la vida, como poner punto y aparte, como silenciar las campanas de la materialidad, para la vivencia. Callada y para el silencio, que se hace dueño del todo del diario vivir. No hay campanas que repiquen en sus campanarios: sólo hay un silencio que se palpa, que se cortaría con un cuchillo si fuera cortable, que se oye repicar en la mismidad del alma, que se oye y se escucha en un sístole-diástole ininterrumpido, que se degusta en la intimidad del ser, cuyo perfume, el de sus cirios de cera melada, que se visualiza en resplandor de las luces que permanecen apagadas, para que el alma pueda rumiar más y mejor en la interioridad de su ser los sentimientos que la embargan: ese silencio llega a la vista por los ojos, se hace resonar de las conteras imperiosas de los báculos de los portadores de los paso, se hace tacto para las innúmeras manos hechas no para herir, sino para solo acariciar, silencio que se hace sabor a mieles en las bocas y en los labios de los que se hacen partícipes en la procesión.

Villaviciosa, Semana Santa. Al lado del la barahúnda de un mundo hecho turbación y desaliento interior, un protagonista: el silencio de una Semana Santa, la de Villaviciosa, donde el estar callado es el más elocuente predicador.

Conozca esa Semana Santa, si quieres de verdad, unirte a las vivencias, de un Cristo que muere en una Cruz a la que aguarda siempre un sepulcro que pronostica la Resurrección.

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