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La Cuadra en el recuerdo

Memorias de uno de los establecimientos más emblemáticos de Noreña

Ya lleva varios años que el legendario chigre de Cuadra de Alfredo cambió de dueños, y con ello las costumbres y los hábitos que reinaban en el local más típico de Noreña. Entre ellos, la desaparición de la sidra, que es lo más notable, cuando fueron miles y miles de litros desde 1934 los que allí se escanciaron procedentes de Tiñana, de Lugones, de Colloto o la más tardía de Nava. Aunque reinar reinar, quien sí lo hizo durante décadas fue el retrato del general Franco con uniforme militar y galones de general de brigada, ubicado en una de las esquinas del pequeño espacio que ocupa el bar. Este detalle marcó la fama del establecimiento. Todos querían visitarlo. Todos querían comprobar "in situ" si era cierto que el "Generalísimo", después de su fallecimiento en 1975 continuaba presidiendo el local, aunque también hubo ocasiones en que aparecían parejas de jóvenes y, al verlo nada más entrar, uno señalaba la referencia al otro y salían a toda velocidad. Esto era muy frecuente. Otros, en cambio, acudían por verlo y lo tomaban como referencia: "¡oye! ¿un bar que tienen a Franco en una foto grande?" Otros, más irónicos, preguntaban por el bar donde estaba Franco colgado. Lógicamente había para todos los gustos, pero mientras Alfredo, el propietario y fundador, anduvo por el establecimiento, primero templando tertulias y posteriormente de oyente silencioso, nadie se atrevió a tocar el viejo cuadro. Bueno, lo de nadie es un decir, porque un día, cuando acaban de abrir sobre las 12, entraron dos jóvenes, descolgaron el retrato y se fueron corriendo con la reliquia, que apareció días después en el pórtico de la capilla de La Soledad bajo secreto de confesión. Una broma que dio mucho que hablar, siendo noticia de primera plana. También se comentaba que cuando el ministro de la Gobernación, Don Camilo Alonso Vega, Camilín como le decía su esposa, o Camilo el de Ramona -como era reconocido por él mismo en el matriarcado noreñés- paseaba al atardecer por la Villa, se asomaba a La Cuadra, saludaba a Alfredo, para cabrearlo le preguntaba si había mejorao la sidra ya que la anterior le había sabido a piescu y, de reojo, miraba a la esquina "nacional" para saber si continuaba allí su compañero de armas del Ferrol. Era la prueba irrefutable de que aún había mando en plaza, al menos en La Cuadra.

Las cosas cambiaron, también los arrendatarios. Sus paredes ya no mostraron más calendarios de cartucheras de Unión Española de Explosivos ni de Anís de la Praviana; ni los carteles de orquestas como preámbulo de las fiestas mostrando cantantes escotiflaes se vieron más; dejó de escanciarse sidra y servir el vino "tierra de León" en pellejos, dejando paso a las cervezas, a los riojas, ruedas y riberas. El filosofo Don Miguel de Unamuno comentó que "el progreso consiste en renovarse poco a poco...", que por extensión el pueblo hizo suyo con el popular "renovarse o morir". En estos 85 años por cambiar, La Cuadra cambió hasta de nombre. O sea, que la renovación fue total. Menos mal que aún nos quedan los villancicos con solera de cada Nochebuena.

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