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Noreña, confinada de nuevo

El cólera del siglo XIX que obligó a aislarse a los vecinos en casa

La crisis provocada por la epidemia de coronavirus y la situación de confinamiento a la que estamos sometidos nos retrotraen a un hecho penoso y trágico que vivieron nuestros antepasados de Noreña y Siero durante la primera mitad del siglo XIX.

En aquellos tiempos las crisis eran frecuentes en Asturias debido a las malas cosechas, la carestía de los precios y la baja productividad agraria, pero también por la falta de recursos higiénicos y sanitarios y por las guerras. Muchas de aquellas crisis llevaban aparejadas secuelas como hambre y peste o enfermedades como la fiebre tifoidea, la viruela o la tosferina.

Fue en 1834 cuando nuestro territorio padeció una grave crisis epidémica y de naturaleza diferente. Gracias a los estudios de Luis Vicente Sánchez (1) y Alejandro Braña (2), conocemos bien el proceso de su desarrollo en Noreña y Siero.

El cólera se propagó de forma alarmante por Noreña y, entre los días 21 de agosto y 4 de octubre, asoló esta zona. Los vértigos, el dolor de estómago, las diarreas, los vómitos, los calambres y la deshidratación acabaron con la vida de 178 de sus 1.715 vecinos (103,79 por mil). A los dos días aparecieron las primeras manifestaciones de la misma en Bobes, que se extendieron a la mayoría de las parroquias del concejo de Siero. Aquí, la epidemia provocó un número menor de víctimas, 130 entre sus 13.204 habitantes (9,84 por mil), la mayoría en Bobes (38), La Pola (23) - que según Miñano, tenía 1.486 habitantes unos años antes, en 1827-, La Carrera (21) y Granda (13).

La enfermedad se propagó con rapidez por diferentes zonas de los concejos de Siero y Oviedo, pero Noreña fue el único pueblo cuyos vecinos padecieron un periodo de aislamiento. El 1 de agosto, el regente ordenó que se constituyese en Noreña una Junta local de sanidad, sin embargo no llegó a crearse y las decisiones fueron adoptadas por la Junta de Sanidad de Siero que, el 23 de agosto, con apoyo del Gobernador Civil, declaró la Villa Condal pueblo "sospechoso del cólera morbo asiático".

La decisión, novedosa y extraña, fue adoptada con polémica por las diferencias de criterio entre las autoridades sanitarias y políticas ya que el aislamiento afectaba con dureza a Noreña. Pero, el peso de las ideas "contagionistas" y la peculiar geografía de la villa favorecieron la decisión de su aislamiento por razones sanitarias; aunque puede que influyeran razones económicas y viejas rencillas entre los habitantes de los dos concejos; agravadas además, en estas fechas, por los frecuentes enfrentamientos entre realistas de Siero y liberales de Noreña y por la recién proclamada independencia de Noreña respecto a Siero, a cuyo concejo estuvo incorporada desde la R. O. del 18 de diciembre de 1826 hasta la concesión de la "Real Cédula con el privilegio del villazgo", el 11 de diciembre de 1833.

La Junta sin embargo no adoptó la misma medida con los vecinos de la parroquia de Bobes, próxima a Oviedo, que alcanzaría una tasa de mortalidad de 131,94 por mil.

Así que, desde el 22 de agosto al 4 de septiembre, un cor¬dón de seguridad muy riguroso se extendió por los alrededores de la Villa Condal para impedir el acceso de los vecinos a Siero y a Oviedo.

El cordón se estableció siguiendo el curso del río Noreña desde el puente de Agüeria hasta El Rebalde; de allí, al Palacio de Miraflores, para seguir por el arroyo de Ferrera hasta el Molín de la Mata; desde aquí el cordón proseguía a La Revuelta del Coche para, bordeando el cauce del río Noreña, continuar por Les Viñes, Cruzaes y Casa de Anes hasta el puente de Agüeria.

Ante la hostilidad de los vecinos de Noreña, ansiosos de romper el cerco establecido por las autoridades, se acordó controlar las zonas de paso con siete puestos custodiados por algunos vecinos de las parroquias limítrofes de Celles, Anes, La Carrera y Hevia.

Durante la fase de aislamiento se estableció en la zona de La Campanica, próxima a Los Riegos, un lazareto para recluir a los vecinos afectados y obligarles a guardar la correspondiente "cuarentena". Ante una situación tan extrema, la Junta de Siero ordenó que el único médico de servicio en Noreña, Álvaro Alonso Cuervo, fuera auxiliado por el "cirujano" Ignacio José López, el farmacéutico Manuel Segundo González y otros tres facultativos, aunque uno de ellos rechazó la orden por miedo a contagio. Y de hecho, lo fueron los dos primeros citados.

La suspensión del aislamiento se comunicó mediante una R. Orden de 4 de septiembre, después de numerosas trifulcas y conflictos entre los vigilantes y los vecinos de Noreña y con disputas entre las autoridades provinciales y locales por el temor a "roce" entre los vecinos de distintos concejos.

La eficacia de la medida de aislamiento de Noreña parecía evidente cuando la epidemia comenzó a remitir a finales de octubre y a extinguirse a primeros de noviembre. En esos momentos, se desconocía tanto el origen de la enfermedad como el remedio para curarla. Antes de que Koch descubriera el bacilo en 1883 y J. Ferrán creara una vacuna en 1885, otra epidemia de cólera se propagó por la zona en 1855 y acabó con la vida de 230 personas en la Villa Condal y 475 en el municipio de Siero. Pero esa, ya es otra Historia.

Fuentes: 1. Luis Vicente Sánchez Fernández: Contribución Histórica al Estudio Sociosanitario del Concejo de Siero (Asturias): 1834-1936. Patronato Munic pal de Cultura de Siero. 2000. Cólera morbo asiática en Asturias (XIX). Imprenta Noval. Siero. 2011. 2. Alejandro Braña Vigil. La epidemia de cólera en Noreña. RIDEA. Nº 145. Oviedo. 1995. 3. Higinio Monte Cuesta. Apuntes sobre Noreña. Oviedo. 1960.

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