En un verano como el de este año, cargado de sol y calor húmedo, tardaron en llegar las tormentas, que sudan las lágrimas de las nubes estivales. Llegaron tarde, pero bastante ordenadas y con escasas granizadas, cosas que los manzanos y kiwis que adornan en Bajo Nalón agradecieron. Además de la vista, creo que el olfato nos ayuda a disfrutar de las visitas en campo abierto, sobre todo tras un buen chaparrón veraniego. El olor a la tierra negra, recién mojada, de nuestras vegas, ayuda a disfrutar de un paisaje de sensaciones y sentidos, a modo de sinestesia espontánea y descontrolada. En el reino de la falsa verdad y la emoción virtual, mojarse, oler, palpar y, en síntesis, sentir, es un lujo que nos ofrecen a diario nuestras vegas.