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Panza arriba

Una danza para reconocernos en ella

Las cuatro principales fiestas de Mieres, San Xuan, el Cristo, los Mártires de Cuna y el Carmen de la Villa

Llanes tiene cuatro bandos. Los folletos dicen que tres. Pero son cuatro: La Magdalena, el 22 de julio; San Roque, el 16 de agosto; la Virgen de la Guía, el 8 de septiembre. Y me queda uno. No está constituido exactamente como Bando. Pero lo es: Santa Ana, el 26 de julio. La rivalidad entre los bandos da vida a la fiesta. Son una de las señas de identidad del verano asturiano.

Mieres también tiene cuatro bandos. El de San Xuan. No lo celebran más que los de Mieres. En Turón ni siquiera es fiesta. El del Cristo. No lo celebran más que los de Turón. En Mieres ni siquiera es fiesta. El de los Mártires de Cuna. Lo celebran todos. Es la gran fiesta del cierre del verano. Y el del Carmen. Que no es ni fiesta siquiera. Y gracias a eso, y a que no interviene en su organización ni el ayuntamiento ni ninguna comisión de fiestas, es la mejor y más auténtica fiesta del viejo Mieres del Camín. La fiesta del barrio de La Villa.

La fiesta, toda fiesta, es la máxima expresión cultural de un pueblo. No sólo porque muestra las raíces de su pasado, sino también porque identifica a cada persona como parte de ese pueblo. El pasado nos dice de dónde venimos. Identificarnos como parte de este pueblo, al lado de su gente, de nuestros amigos, de nuestra familia? nos hace renovar las fuerzas para afrontar el futuro. Por eso una fiesta es una explosión de alegría. Nos hace recordar el pasado, vivir el presente, apostar por el futuro.

La danza es en nuestra tierra la mejor expresión de esa alegría, de esa memoria, de esa esperanza. Una danza, la nuestra, que nos une de las manos. Que mantiene una estructura que se ha transmitido a través de los siglos. Que pervive para formar parte de nuestro futuro. La danza se interpreta alrededor del fuego. Se gira hasta que el fuego se apague. Se salta sobre sus ascuas. Se sienta uno a su calor cuando restan las brasas. Un danza, algo tan sagrado para todos, deja de serlo cuando los bomberos están al pie del fuego para apagarlo. Eso ocurre en San Xuan. Entre otras muchas cosas, por eso ha dejado de ser una danza. Por eso ha dejado de identificarnos como pueblo. Por eso ha dejado de renovar nuestras fuerzas para afrontar el futuro.

Por todo lo contrario, merecen nuestro respeto los vecinos de La Villa. Aunque simplemente sea por haber mantenido hasta nuestros días la danza. Sin bomberos que apaguen el fuego. No lo hay. La esencia de la danza no es el fuego. Lo es danzar cogidos de las manos. La danza cuenta, como tantas otras de nuestra tierra, la historia del galán d'esta villa. Pero, es una disculpa. La mejor de las disculpas. La de poder, estrofa tras estrofa, mofarse de nuestros dirigentes, dar cuenta en tono de burla de los hechos cercanos y reírnos al fin y al cabo de nosotros mismos. Esa función la cumple en La Villa la danza de La sora Xuana. Antes, con la solemnidad requerida, se danza la del Carmen.

Por cosas así nunca estoy en San Xuan. Este año no quedó más remedio. Hice como que estuve. No me viste. Pero consta que estuve. Y sigo aquí para el Carmen. Después toca seguir panza arriba. En otra parte. Es lo que tiene el verano: apetece más estar panza arriba que el resto del año. Y mira que a lo largo del año se me da bien.

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