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Desde mi Mieres del Camino

Juan l'Avitu, justo cronista oficioso de Ablaña

Estudioso y autodidacta, Juan Estrada posee la sabiduría de su pueblo

Toda comunidad, todo pueblo, debería y de hecho suele tener su cronista oficioso que, por inclinación natural, por un gesto permanente de generosidad, ahonda, rebusca y estudia las raíces del entorno, de sus gentes, amigos, familias, características históricas, hechos destacables y todo aquello que puede convertirse en un testimonio auténtico del pasado y el presente, con vistas a ser testigo en el futuro. Ablaña, pueblo importante de Mieres, tiene su cronista oficioso y testimonial en la figura de Juan Estrada Fernández, el que la denominación familiar y cariñosa de sus muchos amigos y convecinos han "bautizado" como Juan l'Avitu. A la hora de abordar esta figura consideramos importante hacerlo primero con su cuna.

Ablaña, punto estratégico de comunicaciones ferroviarias del reciente pasado, es lugar de asiento al norte del concejo mierense sin llegar a sus límites extremos, aunque lo haga por el cordal montañoso. Está ubicado en un estrecho valle que podría considerarse a modo de cañón, con salida expresa a uno de los más importantes focos de explotación hullera que existió y el único que aún funciona en el concejo, aunque su producción ya no "acuda" a las viejas tolvas del propio pueblo o sea conducido en dirección a las instalaciones de Fábrica de Mieres a través del puente de "El Macho", ya que su salida es por Sueros, hacia el lavadero central de Hunosa. Con fuerte actividad ferroviaria de Renfe por el tráfico de carbones, contó también con el complemento de Vasco Asturiana, hoy FEVE, y que actualmente se reduce a un simple apeadero. Tuvo enjundia político-revolucionaria, a través de una familia de alto voltaje, los González Peña, cuyos miembros llegaron a ser diputados españoles, alcaldes de Mieres y cabecillas directos del Octubre del 34. Y hasta aquí, podemos contar.

Nuestro amigo Juan l'Avitu (Juan Estrada), nació en el caserío del mismo nombre, situado en las cercanías de Nicolasa, allá por 1945, mientras que ahora vive en el barrio denominado Ablaña de Abajo. Como ser activo de cuna, comenzó de niño al lado de su padre Gabino Estrada, a laborar en la pequeña y artesanal fragua de Les Quintanes, donde se afilaba y templaban los hachos de los mineros de Nicolasa. Como era preceptivo cursó estudios primarios en la escuela de su pueblo, aunque de muy joven comenzó su tarea por cuenta ajena en la panadería de Honorato, donde alcanzó las categorías de cocedor y maestro de mesa.

Pero estaba visto que aquello no era el camino vocacional de Juan l'Avitu y tras un efímero paso por el terreno de la albañilería, decide colocarse como minero del exterior en Mina Llamas. Allí toma otra decisión importante en su vida y pasa al interior para, más tarde, "viajar" hasta el pozo San José de Turón y de nuevo a sus raíces, ya como picador, pero en este caso en el Pozo San Nicolás (Nicolasa para la generalidad). Y allí discurre su vida laboral durante dos décadas, siendo delegado de seguridad los doce últimos años. 1994 pone punto final a una vida minera con la jubilación.

¿Termina aquí el duende activo de Juan l'Avitu? Ni mucho menos. Su espíritu de autodidacta y de estudioso toma mayor relieve y se enfrenta al aprendizaje de nuevos conocimientos, en forma de afición y actividad permanente que le convierten en un auténtico polifacético por la diversidad de los trabajos que culmina. El hierro y la madera se transforman mágicamente en sus manos para presentar maquetas de castilletes mineros, de los diversos métodos de explotación en las capas hulleras y otras muestras de interés. Baste el detalle de la plaza de Nueva Montaña (Mina Llamas), en miniatura y escala, sin que falte el menor detalle, como puede ser la proporción adecuada en las pilas de madera con destino a la mina, depositadas en la plaza exterior.

Sin embargo, el abanico de inquietudes convertidas en actividades de nuestro Juan, se abre hacia otros campos. Ahí tenemos la perfección de sus gaitas de madera de bog, que tornea, lija, embellece, afina e incluso planta el bog necesario para tener material suficiente en su inmediato futuro. Con verdadero sentido altruista junto a su esposa, restauró y decoró la capilla de San José de Ablaña de Abajo, dándole el color del verdadero perfeccionismo.

Lejos de huir de las nuevas tecnologías se adentra en internet y sus páginas están llenas de amenos escritos con los temas que afectan a su pueblo, dejando así constancia del amor por la tierrina y sus tradiciones, así como la actualización de recuerdos de sus paisanos de antaño que, a través de viejas fotografías hacen felices a sus seguidores. Cuenta con una detallada toponimia del pueblo, sin olvidar paraje o rincón en sus antiguas denominaciones del asturiano, aunque desgraciadamente muchos se perdieron o fueron sustituidos con motivo del oleaje industrial que sufrió la zona. Cuentan sus amigos que Juan sufre al acordarse de lo mucho que Ablaña dio a la minería y lo poco que recibió a cambio.

Y aquí se podía poner punto final a la personalidad de Juan l'Avitu. Pues no. Porque este ablañense de puro coraje y duende colaborador, no le duelen prendas a la hora de aportar su granito de arena a favor de las sociedades culturales que solicitan esa prestación desinteresada. Es el caso que ocurre con el grupo "Los Averinos" plataforma empeñada en promocionar todo lo que, de positivo, tiene la zona considerada en el radio de acción de la parroquia de Loredo. Con vistas a los planes y actividades de ella, Juan Estrada colabora y aporta sus miniaturas en forma de máquinas de vapor, vagones y hasta ferrocarriles, con vistas a ser expuestas. Para muestra basta un detalle y es que el belén que, estos últimos años viene colocando "Los Averinos", en puntos estratégicos, es obra y arte de este inspirador creativo de Ablaña.

Sin más, ¿sería muy aventurado o atrevido considerar a Juan Estrada Fernández, popularmente conocido como Juan l'Avitu, historiador y cronista oficioso -lo de oficial tiene que ir respaldado por una institución- de Ablaña? Sinceramente creemos que no.

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