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Juez decano de Gijón

Nuevas ideas para la revitalización industrial

El aprovechamiento de edificaciones en desuso para captar empresas para la comarca

En LA NUEVA ESPAÑA de 29 de noviembre de 2017 se informa que el Principado vuelve a considerar la creación de un parque tecnológico en Figaredo. Revisando en la hemeroteca de este periódico los antecedentes del caso compruebo que el proyecto, desde que fue prometido hasta la actualidad, lleva dando tumbos aproximadamente diez años.

En teoría, gracias a ese parque se podría diversificar la industria de la comarca y atraer empresas de tecnología avanzada, con la correlativa creación de empleo. No descarto que eso pudiera ser cierto, pero 3.650 días después sin haber conseguido nada -solo la promesa-, no queda mas remedio que poner los pies en el suelo y, sobre todo, no perder de vista lo siguiente:

1º/ Que las empresas de alta tecnología suelen precisar personal muy cualificado, de formación universitaria o equivalente. En consecuencia, es obligado preguntarse: ¿es este el perfil dominante entre los 3.563 parados registrados en Mieres en el mes de noviembre de 2017?. Sospecho que no, por lo que de crearse un parque tecnológico los puestos de trabajo se cubrirían por personas de otros municipios, sin descartar que fueran de otras regiones y países de la Unión Europea. Todo ello produciría efectos positivos, menos en lo que se refiere al esencial que debe preocupar a quienes tienen responsabilidades públicas: disminuir el paro en el concejo de Mieres.

2º/ Lógicamente, si una buena parte de los nuevos trabajadores muy cualificados tiene ya su residencia en otras poblaciones de Asturias, cabe la posibilidad de que muy pocos decidan trasladar su domicilio a Mieres, ya que las distancias entre las ciudades del núcleo central de la provincia no son importantes y las comunicaciones son buenas. Por tanto, no disminuiría el paro en la medida deseable, y tampoco se incrementaría la población del municipio.

3º/ Desde que se prometió la creación del parque tecnológico de Figaredo, la población de Mieres ha descendido desde los 44.459 -en 2008- hasta los 39.505 en 2016, y seguro que cuando se publiquen los datos al día 31 de diciembre de 2017 el número de habitantes habrá bajado más.

Por tanto, confiar en que puede caer el "maná" -que parece que fue lo que alimentó durante cuarenta años a los israelitas que siguieron a Moisés en su éxodo desde Egipto hasta la Tierra Prometida-, en forma de parque tecnológico resulta, desde la perspectiva actual, demasiado arriesgado, y más aún si se tiene en cuenta que la travesía del desierto mierense ha rebasado holgadamente los cuarenta años que necesitó el pueblo elegido para realizar el insólito viaje, en un alarde de lentitud que solo resulta comparable a la superación de la vieja rampa ferroviaria de Pajares.

Mientras se decide si, finalmente, el largo embarazo del parque tecnológico de Figaredo llega o no a buen término, tenemos delante de los ojos en el municipio mierense al menos un par de inmuebles magníficos susceptibles de constituir la base física de dos o más actividades industriales o mercantiles, y cuya adquisición o utilización por empresarios sería muy interesante para ellos, precisamente por la singularidad de estas vetustas construcciones.

Se trata de edificaciones que, además de estar bien comunicadas por carretera y ferrocarril, por sus valores arquitectónicos pueden contribuir a potenciar la imagen de quienes decidieran embarcarse en un proyecto económico en que prime, entre otros objetivos, la creación de empleo con un perfil de puestos de trabajo al menos parcialmente adaptado a las necesidades de nuestro concejo, y ello sin descartar que la tecnología utilizada en la actividad pudiera ser la mas avanzada.

Uno de estos inmuebles está constituido por las edificaciones integradas en lo que se conoce como la subestación de Electra de Viesgo en Santa Cruz de Mieres que, si no me equivoco, es propiedad de la compañía eléctrica y aunque todavía no es bien de interés cultural entiendo que hay motivos suficientemente sólidos para avalar una petición en tal sentido.

En enero de 2017 leí en este mismo diario que la sociedad mercantil propietaria iba a invertir 13,5 millones de euros para la reforma de la subestación. Desconozco si esto ya se hizo o no, pero desaparecida hace mas de treinta años la antigua térmica de Santa Cruz resulta que, afortunadamente, todavía se mantiene en pie una buena parte de las viejas edificaciones conectadas entre sí que, posiblemente, son innecesarias para el funcionamiento de la subestación y podrían utilizarse con fines industriales, tal y como sucede con el destinado a albergar las turbinas de la extinta térmica y otras dependencias de buen tamaño donde sea factible desarrollar nuevas actividades industriales, beneficiando a la compañía eléctrica -que incluso podría liderar la nueva actividad, ofreciendo algún proyecto nuevo y verdaderamente ilusionante- o, simplemente, enajenar los inmuebles que ya no precise para que otros hagan realidad sus proyectos reindustrializadores y, en definitiva, favoreciendo así a todo el concejo mierense. Quizás no todos compartan mi criterio estético, pero los edificios de la subestación tienen algunos detalles formidables, y su diseño de otra época les confiere un atractivo especial. Y todo lo que antecede sin necesidad de seguir involucrados en la, por ahora, estéril batalla para conseguir un nuevo polígono industrial con destino a parque tecnológico.

El otro edificio es el antiguo Hospital o Sanatorio que, recientemente, fue declarado bien de interés cultural junto con el poblado de Bustiello, los cuarteles de Santa Bárbara y la mina Dos Amigos, de acuerdo con la Ley 16/1985, lo que se publicó el pasado noviembre en el Boletín Oficial del Principado de Asturias. Hace pocos días me acerqué a comprobar el estado del viejo y hermosísimo sanatorio y, es triste reconocerlo, resulta deprimente. Si mis informes son correctos, ese increíble edificio es propiedad del Principado, y desconozco si existe o no algún proyecto para realizar en él una inversión importante; pero en cualquier caso sería conveniente explorar la posibilidad de destinarlo a una actividad productiva, y el hecho de que se trate de un edificio sujeto a especial protección no impide hallar un uso racional y mercantil, como sucede con los monasterios y palacios dedicados a la explotación de la actividad hostelera, entre otras. Si se busca con seriedad y constancia una empresa o conjunto de empresas que pudieran estar interesadas en rehabilitar el comatoso edificio y, a continuación, desarrollar en el viejo Sanatorio sus actividades industriales, incluidas las de tecnologías mas avanzadas, ingenierías y otras capaces de generar o impulsar actividad mercantil y laboral aparte de la propia, se conseguiría revitalizar el viejo hospital, evitando el lamentable espectáculo de muerte a cámara lenta que se está produciendo y exhibiendo en la actualidad.

No tengo duda de que habrá empresarios de sectores que no precisen naves ni maquinarias de gran tamaño y que podrían sentirse interesados ante la posibilidad de hacerse con un edificio -o de parte de él- que les serviría para realizar su actividad y, sobre todo, para utilizar la inmejorable imagen que proporciona el viejo pero impresionante edificio del Sanatorio de Bustiello. Así lo entendieron los propietarios de importantes bodegas españolas, que han encomendado el proyecto de sus sedes a arquitectos de fama y proyección mundial, entre ellos a Norman Foster y Rafael Moneo: gracias a ello, disponen de la mejor carta de presentación para potenciar la venta de sus excelentes productos.

No debemos dejar de lado la posibilidad de encontrar un nuevo destino industrial para edificios que -erróneamente- creíamos obsoletos, y que todavía están en condiciones de prestar servicios inmejorables al empleo en este municipio; ni tampoco la de inventar e imaginar actividades mercantiles y generadoras de empleo para otros inmuebles que nacieron con vocación ajena al tráfico mercantil e industrial, como sucede con el viejo Sanatorio de Bustiello. Si por falta de confianza o derrotismo acomodaticio nos limitamos a pedir inversiones improductivas, como pueden ser las de mera conservación, o para que se convierta a estos inmuebles en estériles museos condenados a languidecer o en simples zonas verdes, lúdicas o de recreo y esparcimiento, un día nos encontraremos con que ya no habrá niños mierenses a los que llevar a pasear y jugar en ellas? y la culpa no será del flautista de Hamelín.

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