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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

El caballo del jinete pálido

Los efectos de la gripe española entre la población langreana hace un siglo

El cuarto jinete del Apocalipsis, el del caballo pálido, simboliza la muerte y las plagas que ocasionan gran mortandad. Hace un siglo, cuando la primera guerra mundial estaba finalizando, ese alegórico jinete devastador provocó más muertos (unos 40 millones en un año) que la propia guerra.

Aunque su origen se localizó en el condado estadounidense de Haskell (Kansas), la plaga se extendió al resto del mundo y es conocida como la gripe española, porque en España, al ser un país neutral, se prestó mayor atención informativa a esa virulenta gripe.

En enero de este año, LA NUEVA ESPAÑA publicó un amplio reportaje sobre el que tal vez sea uno de los últimos supervivientes de aquella pandemia. Se llama José Ameal, es luarqués y tiene 103 años. Padeció la gripe española y ha declarado que "todavía le dan escalofríos cuando recuerda aquello".

En los años de la guerra llegaron a Langreo gran número de obreros procedentes de distintas partes de España, sobre todo de las "provincias epidemiadas", sin que se procediera a su reconocimiento y desinfección. La mayoría de esos emigrantes tuvieron que albergarse "en portales, cuadras, casas abandonadas, calabazos municipales, en montón inmundo".

Fue a finales de mayo de 1918 cuando se dio la noticia de que el valle langreano estaba completamente infectado de epidemia gripal, tifus y viruela. Y mientras que entre los vecinos cundía una gran alarma, las autoridades parecían ignorar que se estaban muriendo decenas de personas cada día.

Ante el desinterés de los poderes públicos, Constantino Morilla, director del mordaz semanario samense "La mano que aprieta", envió sendos telegramas al Ministerio de la Gobernación y a los diarios madrileños El Sol, El País, El Liberal y el Heraldo. Denunciaba que la epidemia reinante en el concejo de Langreo, una neumonía infecciosa y muy contagiosa, estaba ocasionando una gran mortandad. Según los certificados médicos, fallecían casi el 90% de los afectados. Los cementerios carecían de espacios disponibles para enterrar a tantos cadáveres.

Morilla culpa a las autoridades de no haber tomado a su tiempo las debidas precauciones, siendo ésta la causa principal de la expansión de la epidemia. A los dos días de la denuncia se reúnen el alcalde, varios médicos, el inspector provincial de Sanidad y el propio Morilla. Se estudia el modo de frenar la propagación de la epidemia. Los médicos y el alcalde trataron de quitar importancia al tema para tranquilizar a la población y acaso para eludir también su responsabilidad sobre la gravedad de la situación.

A finales de junio de 1918, tras haber pasado un mes de auténtica pesadilla, la epidemia casi se había erradicado, aunque no se dio por terminada oficialmente hasta principios del año siguiente.

Pero, en octubre, Langreo vuelve a sufrir otra inesperada catástrofe: el desbordamiento de los ríos Nalón, Samuño y Triana causó varios muertos y daños materiales muy graves en Ciaño y Sama.

A pesar de lo cual, a las pocas semanas de este último desastre, los langreanos salen masivamente a la calle para celebrar el fin de la Primeras Guerra Mundial a los sones de La Marsellesa. Un pueblo azotado y debilitado por recientes y calamitosas adversidades renovaba de este modo su confianza en un nuevo y más ilusionante orden político que entonces parecía alumbrar con vigor.

Por estas fechas, en uno de sus escritos, Ortega y Gasset contrapone la España "vital" a la España "oficial" e invita a que las gentes, cuando haya conflicto entre una y otra, prefieran siempre la primera a la segunda. Un revelador testimonio del conflicto siempre inevitable entre el poder político y la vida real.

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