La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Velando el fuego

El Ayuntamiento de Mieres y el asturiano

La aprobación de la ordenanza municipal para el uso del bable y el debate sobre la oficialidad

Cuando este país comenzaba a limpiarse las legañas, se dictaron leyes que permitían ver el mundo con más claridad. No se trataba de impedir que quienes quisieran continuar saliendo a la calle con anteojos oscuros dejaran de hacerlo, sino que se intentaba abrir espacios para que pudieran disfrutar de un paisaje nuevo las personas que hasta entonces habían sido obligadas a permanecer entre las sombras. Un modo, pues, de que el violento contraste de Caravaggio y los tenebristas dejara paso a una luz de sótano cada vez más intensa, y siempre con la intención de que ese discurrir histórico permitiera poner el foco en aquellas páginas que, por motivos sobradamente conocidos, habían sido secuestradas durante un largo período.

Y así, entre otras, las leyes del divorcio y después las del aborto, amén de otros preceptos democráticos, establecieron un marco de convenciones para que pudiera ser utilizado por quienes lo desearan. A nadie obligaba su cumplimiento, pero al menos se abría la posibilidad de tomar otra dirección distinta a la habitual.

Como he manifestado en alguna ocasión, y en estas mismas páginas, a veces la vida es una sucesión de estampas repetidas, un bucle de recuerdos que tiran de nosotros con gran fuerza, hasta que consiguen atraparnos. Y algo de esto fue lo que me sucedió cuando, días atrás, leí en las noticias de Cuencas de este diario que el Pleno del Ayuntamiento de Mieres había aprobado de manera definitiva la ordenanza municipal del uso de la lengua asturiana.

Más allá de ese debate que no cesa sobre la oficialidad o no del asturiano, y al que entre otros motivos sus detractores intentan revestir con argumentos económicos para impedirlo (bastaría con desarrugar un tanto la frente y mirar de un modo limpio a otras comunidades donde es mucho más costoso, pero que desde hace ya muchos años funciona con toda normalidad la coexistencia de dos hablas), los integrantes de la corporación mierense han dado un ejemplo de madurez al poner en funcionamiento una norma que, sin hacer obligatorio el uso de la ventanilla para quienes no lo deseen, permite que, por el contrario, haya vecinos que puedan asomarse a ella y expresarse, de un modo natural y sin ser objeto por ello de discriminación alguna, en una lengua que entienden como la suya.

A buen seguro que habrá personas que se sientan defraudadas por esta disposición: Ahí es nada equiparar, dirán los puristas, un idioma universal como el castellano con otro "provinciano" (he tenido que escucharlo docenas de veces cuando manifestaba mi opinión favorable a la oficialidad); pero tampoco ello significará ninguna novedad. En todas las épocas ha habido partidarios de los amarillos vibrantes de Van Gogh frente a las habitaciones frías de Vermeer; las playas de Sorolla tienen su antónimo en las mazmorras medievales; progresistas y retardatorios son, a fin de cuentas, los dos protagonistas principales de la Historia.

En el caso que nos ocupa, la luz se ha preocupado de dejar el suficiente espacio a su contraria, lo que da prueba de una sensibilidad exquisita y también de un respeto por esa pluralidad siempre necesaria. Una pincelada oportuna y atinada, pues, la que ha plasmado la corporación de Mieres en la Ordenanza del uso de nuestra lengua.

Compartir el artículo

stats