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Documentalista y fotógrafo

Genio y figura

En recuerdo del músico Marcos Murcia, natural de El Entrego, fallecido en un accidente en Lanzarote

Enterarnos de la noticia de la muerte de Marcos Murcia, durante la tarde-noche del pasado viernes 8 de junio, fue como si alguien nos estuviese retorciendo la boca del estómago con las manos. Los detalles posteriores de las circunstancias del suceso que acabó con su vida no nos ayudaron a rebajar la tensión. Pero yo no quiero centrarme en esto.

Quienes le conocieron a lo largo de su trayectoria vital reconocieron en él a un fantástico profesional en lo suyo, siempre preocupado por sonar bien y mejorar. Por estudiar el sonido. Seguro que también alcanzaron a ver la enorme calidad musical innata que atesoraba, principalmente con la percusión que era su terreno. Aunque quienes le conocimos de cerca sabemos que "Mur" podía hacer sonar? hasta un cacahuete, a cualquier instrumento que agarraba le sacaba partido. Destacaba su elegancia musical, su buen gusto, su eficacia y por qué no decirlo su genialidad. Siempre tuvo un don especial para la música, una sensibilidad altamente refinada que, unida a su capacidad de trabajo y a ser autodidacta, proyectaba en lo que alumbraba un resultado extraordinario. Cuando tuve la fortuna de viajar y tocar con Murcia primero en "Hijos del Madison" y después con "Zion", allá por el final de la década de los noventa, musicalmente nos sacaba años luz, él era un profesional ya entonces y nosotros meros aficionados.

Como verle tocar la batería era contemplar la esencia misma del disfrute, aún recuerdo cuando en un viaje a Segovia intenté convencerle para que me enseñase a tocar la batería. La primera lección fue en los últimos asientos del Alsa de regreso a Asturias a las tantas de la madrugada. Manos y pies, coordinación, ritmo? ¡Qué viaje debimos darle al resto del pasaje del bus!

La vida no le puso las cosas demasiado fáciles a Murcia, pero él siempre arropado por su instinto de supervivencia conseguía tirar para adelante. Nunca se rindió. Ajeno a los convencionalismos sociales fue uno de esos extraños personajes de espíritu libre, a veces solitario e incomprendido, del que emanaba un aura especial que sorprendía especialmente a quienes no se salen de la norma. También era un hombre espontáneo, ingenioso, con buen gusto, talentoso, de raza, un jinete experto en cabalgar las dificultades. Esto le permitió, con el tiempo, dedicarse a su gran pasión: la música.

"Hay una canción en los labios de todo el mundo, hay una sonrisa en toda la habitación. / No hay conversación desbordante, por lo que ¿por qué estoy aquí sentado en la penumbra? / Bueno, estoy a un millón de kilómetros de distancia, estoy a un millón de millas de distancia. / Estoy navegando como una madera flotante en una bahía de viento". ("A million miles away", Rory Gallagher, 1973).

No me quiero ni imaginar la bienvenida que le deben haber preparado Rory Gallagher, Jaco Pastorius y compañía. Para los que nos quedamos a este lado del viaje de la vida, ha sido un honor compartir una parte de la travesía con Murcia. Gracias por tantos y tan buenos momentos. Que años tan formidables y cuánto nos reímos, "Mur". "Juntos uniremos el valor y la fuerza para poder combatir?" ( Zión, 1998).

Otra vez la desgracia "machacónos les coraes", privándonos a sus amigos, familiares y conocidos de una figura única y extraordinaria. Por otra parte, la comunidad de músicos del Nalón ha perdido a uno de sus más auténticos exponentes. Y como cantaba Rory en "For the last time": "Adiós, no llores, / cuando me haya ido".

¡Hasta el próximo "rocanrol" Mur!

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