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Dando la lata

Sí se puede

¡Pues claro que se puede! El reportaje del Luisma Díaz sobre la población francesa de Loos-en-Gohelle nos puso delante de la cara la evidencia de que, con ganas, iniciativa, sentido común y perspectiva de futuro, es perfectamente posible que un territorio carbonero se reconvierta en tecnológico y turístico. Pero, en primer lugar, hay que querer que se produzca la transformación y poner el empeño necesario para lograrlo. Y eso es lo que no tengo claro que aquí abunde. Si tiempo atrás fuimos el epicentro nacional de la producción de materia prima para la obtención de energía, sería perfectamente razonable que ahora, a pesar de haber perdido un montón de tiempo añorando un pasado que nunca volverá, nuestras cuencas se volcaran en el estudio, investigación, desarrollo e implantación de nuevas formas de producir energía. Dicen los expertos que, con este ritmo de crecimiento, la humanidad ya tiene ante sí los problemas del agua, el aprovechamiento de los residuos y la generación sostenible de energía para tantos miles de millones de seres humanos. Esos son problemas principales a resolver. Y a ellos deberíamos dedicarnos ya en los centros universitarios y en los polígonos tecnológicos. Con el carbón y las centrales térmicas sentenciadas, ¿a qué esperamos para poner en marcha nuestra reconversión? Continuamos sin aprovechar los kilovatios que nos regalan el sol y el viento. No nos preocupa la captación y aprovechamiento del agua de lluvia. No estamos siendo precisamente ejemplares en la gestión, tratamiento y reutilización de residuos. Si las señales indican que la ruta va en esa dirección, ¿por qué continuamos detenidos? Días atrás leí que en Asturias se fabrican componentes para un gran parque eólico en el mar del Norte. ¿Acaso nosotros no tenemos mar? ¿No podemos hacer algo parecido? ¿Por qué nos resistimos tan obstinadamente a caminar hacia el futuro? El siglo XX murió hace mucho pero aquí seguimos velándolo. Ya está bien, sabemos que se puede. Hagámoslo posible.

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