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Desde la Meseta

Ola de calor

Bien creí que este año íbamos a pasar un verano otoñal, sin que el sol nos tostase y el calor no invadiese nuestras casas, y nos conformaríamos con un simple ventilador que moviese el aire fresco de la casa. Pero les cuento la realidad. Ante la amenaza del pronóstico de la ola de calor, el día primero de agosto, aprovechando "la fresca", abrimos las ventanas par ventilar la vivienda antes de que nos invadiera ese calor sofocante que nos anunciaban.

Al abrir la primera ventana lo que vimos fue una nube negra, amenazante, no excesivamente grande, pero si lo suficiente como para asustarnos. Dicha nube se movía con facilidad y tan pronto iba de derecha a izquierda. Nos fijamos bien y era un regimiento de mosquitos, inmigrantes sin duda que rondaban sin punto fijo. Eso sí, al que lo pillasen lo abrasaban. Y menos mal que no eran avispas, porque sino...

Así que teníamos la amenaza de dos olas que, si Dios quiere, debíamos superar. El ventilador, siendo ya la una de la tarde, funciona a todo gas. Las persianas ya están bajadas desde las diez de la mañana, con lo cual la casa está sumida en la oscuridad, siendo necesaria la luz eléctrica en alguna de las estancias. Y así hasta bien cerrada la noche para abrir de nuevo las ventanas y provocar un poco de corriente de aire que nos devuelva el frescor que hasta el mes de julio tuvimos por suerte. Lo mismo sucede en Asturias, cuando aprieta el calor. Lo que no abrimos es la puerta que da a la calle, porque a lo peor se cuela "el fresco" y nos lleva el televisor y otros útiles de la casa.

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