La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Obituario

La pérdida de dos personas entusiastas

En recuerdo de Emilio Casal y de Julio Cepedal, recientemente desaparecidos en Langreo

En el curso de unos días de diferencia y sujetos a este septiembre tranquilo y atmosféricamente bien, se fueron de nuestras vidas dos hombres enganchados al entusiasmo y a la verdad en sus referidos ámbitos. Emilio Casal y Julio Cepedal estaban llenos de vida y con ese estilo tan langreano de hacer las cosas emprendidas con sapiencia y ánimo.

Se fueron de este valle de lágrimas, de este rincón de terreno demasiado jóvenes y en un momento de acción importante. El destino es implacable y deja su sello de ausencia y derrota a cualquier hora del día y en tiempo nítido.

Emilio Casal con su voz intensa de barítono italiano se entregó a la muerte tras una enfermedad traicionera y sin visos de retorno. Su existencia estuvo dominada por la música popular y por esas canciones de chigre que tan bien interpretaba. En el Cuarteto Torner fue la voz de bajo que vertebraba al grupo y le daba la sonoridad adecuada en sus actuaciones. Sus compañeros musicales han quedado huérfanos sin ese reclamo y ese estilo de persona de bien e intérprete de estupendo registro vocal. Persona sosegada, amable, entregada y estudiosa de la causa artística, dejó una gran huella entre todos los que le conocimos y tratamos.

Lo decía su compañero de cuarteto Arsenio Fernández Nespral, muy emocionado por esta ausencia, que se perdía una voz total para la música asturiana por su manera especial de interpretar las letras y por su bonhomía. Todo un cantante con la gallardía y la fuerza animosa de los divos.

Emilio Casal con su retranca langreana estará, sin duda, dando la serenata al bueno de San Pedro en ese dominio bíblico y desconocido con su voz arrebatadora y preñada de sonoridad pasional.

Y qué decir de Julio Cepedal, una persona de exquisito talante, informático municipal y un gran defensor de la vida cultural langreana desde la Sociedad de Festejos San Pedro de La Felguera, en la que ejercía de presidente.

El entusiasmo y el esfuerzo para alcanzar realidades desde su cometido fueron acciones decisivas que se observaban en ese devenir directivo y, por lógica, se reflejaban en esa villa felguerina de espíritu abierto y esencia de actividad.

La vida es en general un sin vivir, especialmente cuando el mal acecha y deja a la persona hundida en su desánimo y en horas de impotencia. Julio Cepedal se alejó de nosotros y de su ámbito cuando mejor estaba desarrollando su labor y sus múltiples proyectos para la sociedad felguerina. Su manera de ver la vida y su entrega familiar y laboral son dignas de encomio.

Por eso hoy la Sociedad de Festejos San Pedro está de luto por esa muerte sentida de un personaje de talla y de un hombre bueno y hacedor. La vida es enseñanza para la muerte y tanto Emilio como Julio fueron estupendos alumnos por su clarividencia, su amor por lo propio y por hacer el bien a una comunidad que necesita, más que nunca, la valentía y el empuje de estos dos langreanos ejemplares.

Compartir el artículo

stats