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Fernando Delgado

El cura que no quiso ser ni alcalde ni consejero

La humildad y honradez de Nicanor López Brugos, histórico cura obrero de San Juan en Mieres, le hacían rehuir siempre el protagonismo y los halagos hacia su persona. No le gustaba ser centro de atención, probablemente, porque lo había sido de manera involuntaria durante mucho tiempo por defender aquello en lo que creía: la justicia social.

Este clérigo, calificado en su momento como "revoltoso" al igual que sus amigos y compañeros Pepe "el Comunista" y José María Bardales "el cura demócrata", no tenía dobleces: pensaba lo que decía, decía lo que pensaba y hacía lo que pensaba y decía. Fue auténtico genio y figura hasta la sepultura. "Dile a Emilio que no venga a verme", me indicó la semana pasada, ya debilitado, en su habitación del Hospital de Mieres.

Su gran compromiso social en defensa de los más débiles, su dilatada experiencia en nadar contracorriente y su particular sabiduría, adquirida durante varias décadas al pie del cañón, deberían impartirse hoy como asignaturas obligatorias en los manuales de conducta humana para que los jóvenes de ahora conocieran los valores que hacen excepcionales a los seres humanos, especialmente, en los momentos difíciles. Las memorias de Don Nicanor se fueron con él a la tumba. "Si hablo, se enfadarán todos conmigo", me confesaba recientemente ante mi insistencia para publicar sus memorias en LA NUEVA ESPAÑA.

Llegó a Mieres con la huelgona minera de 1962, pero antes ya se había curtido en Villablino, Panes y Riosa, donde jugaba al fútbol de sotana en el campo de El Llerón junto a su íntimo amigo José Manuel Valle, pixueto párroco de La Foz de Morcín. Ambos compartieron una profunda y duradera amistad desde los años cuarenta del siglo pasado aunque uno le pegaba mucho mejor con la izquierda y el otro fuese más hábil con la diestra mientras la querida Estrella ejercía como anfitriona.

Recién llegado a Mieres, el alcalde de entonces le espetó al salir de la misa dominical tras oír su homilía: "Va a durar usted muy poco tiempo como cura de esta parroquia, así que vaya buscando otra". "Al final, me quedé cincuenta años aquí y él se marchó al poco tiempo", me contaba Nicanor en privado. Otra anécdota curiosa tuvo lugar cuando el sacerdote se negó a oficiar una misa por Franco "porque no era feligrés de mi parroquia", les replicó.

Mostró su aperturismo abriendo la casa rectoral a grupos de movimientos culturales, sociales y deportivos. Entre ellos, a "La Cucaracha", colectivo en el que participó Víctor Manuel, quien le dedica a Don Nicanor un capítulo especial en sus "Memorias descosidas", publicadas en 2015.

La implicación y compromiso de este cura sensible y solidario con los más desfavorecidos transcendió el ámbito local para apoyar también a su amigo Floro en la Fundación Proyecto Hombre Asturias, impulsar la Fundación Vinjoy con sus centros de educación especial y ayudar a nuestro amigo Santaclara en la Fundación Siloé con los más vulnerables. En 1994, el Gobierno del Principado le otorgó la Medalla de Plata y al año siguiente su villa le reconoció como "Mierense del Año".

Unos años antes hubo movimientos locales para intentar convencerle para que se presentase a la Alcaldía de Mieres y, posteriormente, también algún presidente del Principado le cortejó para que asumiese la Consejería de Servicios Sociales. Quién mejor que Nicanor para ocuparse de los más necesitados. Pero él siempre lo tuvo claro: su vocación religiosa estaba por encima de todo lo demás.

El inteligente cardenal Carlos Osoro, actual arzobispo de Madrid que se plantó recientemente en un club de alterne para rescatar a una prostituta, nombró a Don Nicanor como su asesor personal entre 2006 y 2009, durante su etapa como arzobispo de Oviedo, y le faltó poco para fichar a Emilio Serrano para su curia.

Este clérigo revoltoso sentía, en estos últimos meses, que ya no era útil a los demás y, aunque siempre me decía que "la puerta de la eternidad cuando más tarde se traspase mejor", al final tuvo prisa por marcharse. Su talante desinteresado, su filosofía de ayuda y entrega a los demás, y su trayectoria personal y pastoral son un ejemplo único e irrepetible a seguir.

Con Los Quijotes, su segunda familia, como el mismo nos definía, compartió y vivió momentos y anécdotas inolvidables por toda Asturias. Ahora se unirá allá arriba con Rufino Roces, José Manuel Valle y Ramón Colao, quienes le precedieron. Ya son cuatro para jugar una buena partida de tute a la sobremesa. Abajo quedamos el resto, Paco Rodríguez, Manolo Linares, Emilio Serrano, Juan Rionda, Joaquín Pixán y un servidor, orgullosos todos de haber compartido los valores de estas grandes personas como Don Nicanor que han pasado por la vida intentando hacer el bien a los demás, que es el principal patrimonio del ser humano. Buen viaje, amigo Nica, tenías las maletas ya preparadas para tu última travesía y no nos dijiste nada. Como siempre, ligero de equipaje a pesar de todo el bagaje conseguido en tu larga y dilatada trayectoria vital, y hoy no te vas a librar del homenaje que la voz de Joaquín Pixán te rendirá en tu funeral en tu iglesia de San Juan.

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