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A contracorriente

¿Asturias funciona?

La incertidumbre que oscurece el futuro de la región

La Asturias que nos toca vivir está pasando por momentos críticos y con cierta incertidumbre en su futuro. El tejido industrial sometido a una reconversión brutal y trabajando a medio gas, la minería en sus estertores, varios cierres laborales, el campo sujeto a problemas estructurales, la pesca más de lo mismo, la demografía en una situación de encefalograma plano con una población envejecida y los jóvenes preparados en busca de planes a medio plazo en la emigración pues el empleo cada vez está más complicado por la falta de trabajo real y competitivo. Un panorama desalentador que obliga a los gestores de la Administración Regional y a los empresarios a pensar con rigor y raciocinio para salir de un marasmo casi crónico.

Observando esta realidad la Asturias del presente está atascada en su conformación de comunidad periférica alejada de los centros de influencia y estrategia. El Gobierno central apenas se esfuerza en dotar a este Principado con apoyos directos para ganar la modernidad. La Variante de Pajares es un insulto en toda regla para los nativos de este sufrido septentrión. Ni vías, ni trenes idóneos, ni mercancías, ni pasajeros. Todo son dudas y buenas palabras. Los vuelos al extranjero desde Santiago del Monte no existen. Los trenes de Feve que podrían ser un medio estupendo de movilidad ciudadana están a punto de desaparecer por falta de interés y voluntad política.

Sólo queda la resignación mientras otros territorios llevan el paso firme y avanzan con entusiasmo hacia unos niveles de prosperidad notables, siempre con un trasfondo de insolidaridad manifiesto producto de un sistema de comunidades con escaso éxito donde las provincias mayores abusan en demasía de las pequeñas, ejemplo de Asturias.

Con todo, el Principado va dando unos pasos lentos en su economía según los índices financieros y cada vez se va perdiendo el tren del progreso. Con el final de la minería, de tanta rentabilidad económica y política para algunos, se cierra un ciclo histórico que no volverá dejando a estos espacios de raíz carbonera en un cuadro vacío sin lienzo ni pintura. Y nada se hizo en buscar el porvenir con planes de empleo decididos y dotar a estos enclaves con hechos tangibles de vida laboral. Gobierno, sindicatos y empresarios, confiados en los fondos mineros, miraron para otro lado y aquí todo gloria y prejubilaciones con la renta financiera cubriendo las necesidades perentorias y dando óptimos niveles a la ficticia economía. Hoy todo ha cambiado, las prejubilaciones se terminan, llega la caja de la jubilación y las familias, hijos y nietos, con un poder adquisitivo notable se ven con cierta merma salarial. El paro es el futuro. Una frase real y contaminada que hunde a las Cuencas a su suerte. En estos solares tristes, tras décadas de producción intensa, la vida sigue pero envuelta en parámetros económicos baldíos. Los sindicatos ya no tienen quien les quiera con ejemplos de mala praxis, la ciudadanía está harta y desencantada con sus políticos que se dedican más a sus cuitas internas que a resolver los problemas de la gente. Las Cuencas y Asturias, el Oriente y el Occidente, junto con el centro dinámico, están próximos a perder el tren de los avances y la tecnología. Y con esta radiografía sintética está Comunidad verde, angosta, marítima, bella, gastronómica, noble, sacrificada y hostelera se va a quedar convertida en un rincón de la España contradictoria, con toque paradisíaco, donde el turismo de aventura tenga un lugar perfecto para su fomento. Pero no hay que olvidar que sin sectores productivos fuertes y bien planificados Asturias será una simple cornisa cantábrica rayando en el olvido. ¿Que será de nosotros?

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