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Elogio de La Carbonera

El reconocimiento a la mujer que atropaba carbón a mandilaos y quedó inmortalizada en la estatua del parque de Sama

"Carbonerina de Ciaño / que pañes carbón na mina / la tu carina musgada, / ay, qué pena vete ansina. / Carbonera , carbonera, / nun vaigas más a la mina...".

Este año se ha cumplido el centenario del monumento a La Carbonera, auténtico corazón del parque Dorado de Sama. No olvidemos, sin embargo, que la obra no se hizo para homenajear a esta figura femenina, todo un símbolo de la mujer trabajadora, sino al insigne ingeniero don Luis Adaro y Magro, cuyo busto de mármol corona el conjunto escultórico. A los pies del mismo, en lugar destacado, asoma una vagoneta de la que una mujer vestida de aldeana recoge carbón en un cesto. Todos sabemos que con el paso de los años esta figura fue cobrando protagonismo, dando nombre al monumento y convirtiéndose en emblema de la cuenca minera, lo que no debe extrañarnos. Porque cuantos crecimos en el valle siempre vimos en ella a "una de las nuestras" (como diría el cineasta Martin Scorsese), a una güela, una vecina, una tía o simplemente al personaje de tantas historias y tantas canciones que escuchamos.

Precisamente en estas semanas va a celebrarse en Sama un ciclo de conferencias para glosar la figura del autor del monumento, el sevillano Lorenzo Coullant Valera, y del propio Luis Adaro y Magro. Por ello, desde aquí quiero evocar a la carbonera con minúsculas, esa muyer que ilustra la historia del concejo y que de algún modo nos representa a todos.

Claro está que la verdadera carbonera nunca llevó esa especie de traje regional para "ir a carbón", y no tuvo nunca las manos tan finas como las de la estatua ni el pañuelo tan primorosamente puesto en la cabeza. Sabemos que las carboneras reales atropaban el carbón "a mandilaos", con la mano o con la pala por escombreras y descargaderos; y sabemos también que escarbaban en el río para llevar "cestaos" pingando sobre la cabeza durante largos trayectos.

De todo esto dan fiel testimonio las espléndidas fotografías de Valentín Vega, donde los grupos de mujeres funden sus rostros y sus ropas en un tono sombrío y parduzco que incluso parece oler a carbón. Porque en realidad el término carbonera se aplicaba a toda mujer que tuviera que ver con este mineral, bien por su trabajo en la mina o como simple "rebuscadora" para luego poder venderlo o para uso doméstico. En cualquiera de los casos, hacía sus tareas por una acuciante necesidad económica, aunque su significado ha variado a lo largo del tiempo.

La fecha de inauguración del monumento, 1918, cerraba una época dorada para la minería en la que cientos de mujeres trabajaron en el exterior. Cabe recordar que sucesivas leyes prohibieron el trabajo subterráneo para ellas y para los menores de 16 años, si bien ambas restricciones eran ignoradas a menudo. Y no olvidemos que empezaban de "mocines" ( a veces a los 12 años) y que dejaban el trabajo al casarse, aunque a veces se sumaban mujeres viudas en apuros económicos o casadas con el marido enfermo o desaparecido. En la expansión económica que coincidió con la primera guerra mundial las empresas contrataron muchas mujeres, simplemente porque ganaban exactamente la mitad que los hombres (e incluso menos que los "guajes") y no solían presentar problemas de alcoholismo o violencia.

Las carboneras adoptaban también otros nombres, según la tarea que realizasen : aguadoras, vagoneras, pizarreras esta última la más común, centrada en la clasificación del carbón, y sufrieron jornadas laborales interminables. Pero quizá la imagen más divulgada sea la de la de aquellas que, al margen de la empresa, rebuscaban carbón en las escombreras o en los aledaños de los pozos, escogiéndolo "cachín a cachín" hasta completar el saco o el cesto. Hoy cuesta trabajo imaginar sus deplorables condiciones de vida y la gran escasez de recursos.

Por citar un solo ejemplo, en 1918 hubo una devastadora epidemia que duró un año y causó una cifra elevada de muertos (se habla incluso de 10 o 12 diarios). Una consecuencia dramática del terrible hacinamiento en el que se vivía y la falta total de condiciones higiénicas, con enormes tasas de natalidad y mortalidad, incluida la infantil. Aquella carbonera vivió entre humedad y oscuridad, tuvo que realizar pesadas tareas físicas tanto en la mina como en casa (para lavar en el río con el agua menos contaminada lo hacían a las 5 de la mañana!!) y crió a sus numerosos hijos en condiciones que hoy calificaríamos de inhumanas. No tenía entidad social ni derechos que no fuesen los de "hija de" o "esposa de", con un escasísimo acceso a la educación y sin ningún control sobre su cuerpo y su fertilidad. Estaba aún muy lejos del voto femenino que las mujeres inglesas acababan de conquistar, pero ella resistió heroicamente en un mundo fuertemente masculino y masculinizado, aunque muchas minas tuvieran nombre de mujer. Siguió resistiendo en cualquier circunstancia para que la vida continuase, como cuando llegó la guerra civil y volvió a la mina porque tantos hombres fueron al frente, desaparecieron o murieron; y resistió las presiones de la Iglesia, el Estado y la patronal para que se quedara en casa y ejerciera exclusivamente de esposa y madre. Porque desde el poder se promocionaba la figura del "ángel del hogar", esa figura edulcorada con una familia feliz, algo que el cine y la publicidad se encargaron de reforzar. Pero la realidad era otra. Aquella carbonera hacía lo que hacía por necesidad económica, por "levantar la peseta", y no gozó de ningún reconocimiento laboral ni social. Más bien sufrió menosprecio por sus tareas y fue objeto de denuncia y rechazo por parte de las organizaciones obreras, aunque siempre parece sonreír en las fotos de la época.

Por eso hoy, cien años después, cuando todavía sigue la lucha por la igualdad de la mujer, sirvan estas líneas de emocionado homenaje a esa carbonera que tantas lecciones nos dio con el "cestu" en la cabeza. Esa luchadora tenaz que nos recuerda de dónde venimos y el largo camino recorrido hasta hoy, cuando también el carbón va a formar parte del recuerdo y de la historia.

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