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Dando la lata

Defender el fuerte

La falta de civismo con los adornos navideños y hasta con los patos

Cada vez que paso por delante del hermoso arbolón y el belén minero que instala la gente de San Bárbara llegado el tiempo navideño, me pongo malo por culpa de la valla que defiende el conjunto de la acción de cacos, vándalos y bestiajos, que de eso estamos bien surtidos. Más realista no puede ser, porque parece el murallón entre Israel y Palestina. Una sociedad se lo tiene que hacer mirar cuando acaba renunciando a la belleza, a la decoración, al lucimiento de bonitas tradiciones por culpa de unos cuantos tarados con instintos destructivos. Es verdaderamente penoso. Un fracaso colectivo que merece una reflexión que nos debería llevar a la defensa decidida de lo que es de todos.

Para terminar de fastidiarme la mañana, me entero de que la caseta de los patos del parque ha sufrido un nuevo ataque con víctimas mortales. Hay que reconocer que esos pobres bichos llevan muy mala vida. Cuando no tienen el recinto lleno de basura se los cargan a pedradas. Con ejemplos así, tan tristemente habituales, creo que se impone reconsiderar que el ser humano esté en lo más alto de la escala evolutiva. Desde la terraza de la casa de mi madre observo el ir y venir de la gente mientras imagino torturas espantosas a aplicar a los gamberros que nos lo revientan todo.

O nos implicamos o no hay solución. Sí, algo habrá que hacer para proteger el fuerte: más vigilancia, más presencia policial, instalación de cámaras? Pero la colaboración ciudadana es imprescindible. Hemos de plantar cara y denunciar en vez de mirar hacia otro lado y quitarnos el marrón de encima. Con la política cobarde de "no quiero líos", abrimos la puerta de par en par a los indeseables. Mientras me imagino colgando de los cataplines a esta gentuza hasta pasado Reyes, me fijo en la chica que abajo en la calle toca villancicos con un violín. La mayoría de los transeúntes agradece la música dejando unas monedas en la funda del instrumento. Aún no está todo perdido.

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