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Fernando Delgado

El cálido horno en el corazón de Mario "el Panaderu"

Nacido en La Figar en 1932, fue presidente de la Hermandad de La Probe en 1968 y falleció la semana pasada a los 86 años

"En el pueblo de La Figar, comenzando por arriba, vive un Luis a la entrada y una Rosa a la salida". La Rosa que menciona esta cuarteta morciniega de principios del siglo pasado fue la madre de Mario "el Panaderu" y elaboradora un queso afuega´l pitu excepcional por tradición familiar siendo hermana de Matilde, Rufino, José, Avelino, Berta, Flora y Eloína.

Rosa Allende se casó con Manuel Fernández y fueron padres de siete hijos: Juan, que murió muy joven; Clara, que emigró a Argentina; Pepe, que vivió en la Figar hasta su fallecimiento y fue el último vecino que residió en este pueblo, ahora deshabitado, al que llegó la carretera a mediados de los años setenta; Mino, quien, a sus 91 años, es el único superviviente de esta estirpe de hermanos y todavía canta las cuarenta al tute con mucha fuerza y plena lucidez; Lolo, que falleció en 1981 quemado por una explosión de grisú en un accidente minero en el pozo Montsacro de Hunosa; Iluminada, viuda de Pepe Cachero; y Mario, el hijo menor, nacido en La Figar en 1932 y fallecido la semana pasada, quien trabajó durante muchos años como panadero en La Foz de Morcín y ejerció en 1968 como presidente de la Hermandad de La Probe, siendo también durante muchos años el mayordomo del festejo de San Antonio.

Mario Fernández Allende era tan auténtico y necesario como aquel pan que elaboraba en el horno de leña de la panadería que había instalado en 1953 en Pumasevil y en cuyo exterior apilaba, cerca del hórreo, la madera que era cortada "a hachu" porque todavía no se habían inventado las motosierras. Tuvo varios ayudantes, entre otros, un joven Ramón Arnaldo "Ramoncito el de Lugar de Arriba".

En aquel tiempo, el pan, aunque era escaso, sabía a pan porque se elaboraba de verdad con harina de trigo, levadura, sal y agua en el horno de leña que se calentaba con astillas y no se le añadían grasas, conservantes ni azúcares como ocurre ahora con el pan industrial cocido y precongelado que no se sabe a qué sabe. Entre el pan auténtico y el actual sucedáneo existe la misma diferencia que entre las personas auténticas y los malos imitadores.

El cálido horno que tenía Mario en su corazón le hizo ser un paisano auténtico, afectuoso, amable, cordial, hospitalario, siempre sonriente, sin una mala cara ni palabra, servicial, reservado, simpático, colaborador y excelente vecino. Se casó en 1959 con Angelita y formaron una numerosa y gran familia de cinco hijos con Jaime, María Fe, Clara María, Juan Luis y Alfonso, siendo abuelos también de siete nietos: Pedro Miguel, Mario, Pelayo, Guillermo, Julia, Julián e Inés. Sin duda, todos ellos tienen un excelente espejo en el que mirarse.

La panadería de Mario en Pumasevil estuvo abierta hasta que se integró en Panis, a finales de los años setenta, y repartía el pan, primero en cestas que iban transportadas a lomos de las caballerías y más tarde en furgoneta, por varios pueblos de los concejos de Morcín, Riosa y Mieres, acompañado en ocasiones de algunos ejemplares de LA NUEVA ESPAÑA que hacía llegar a aquellas aldeas donde solamente llegaba el panadero.

Compromiso social

El compromiso social de Mario con su pueblo lo demostró cuando asumió la presidencia de la Hermandad de La Probe, en 1968, cediéndola al año siguiente a Miguel Fernández "el carpinteru", otro gran personaje ya fallecido. La Probe cambió entonces de las manos del "Panaderu" al "Carpinteru". También ejerció durante varias décadas como mayordomo de la fiesta de San Antonio.

La última vez que hablé con Mario, hace apenas un mes, fue en Mieres, en el funeral del gran amigo común Nicanor López Brugos, histórico cura obrero de San Juan, y le vi por fuera como un chaval. Tanto Nicanor como Mario se nos fueron muy rápido. Curiosamente, la misma sala del tanatorio en la que velamos a Mario fue días después escenario del velatorio de Pepe Cereceo, otro gran amigo suyo de Riosa. Así es la vida: se nos van los auténticos y quedamos los sucedáneos, al igual que ocurre con el pan.

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