Los lazos, los chalecos proliferan en señal de protesta y si es de color amarillo ni les cuento, porque ustedes lo saben todo y, como yo, estarán hasta el gorro de semejante color.

Durante toda mi vida supe que si un barco izaba la bandera amarilla era señal que estaba en cuarentena para que nadie se le acercase, porque era señal de peste u otra enfermedad contagiosa que años atrás proliferaban y eran difíciles de atajar.

Hoy en día no son enfermedades lo que nos indica el referido color amarillo, sino cabreos por las salvajadas y bestialidades de quienes lucen tal color, bien en la solapa o en el chaleco del que tanto presumen de lucir.

En Cataluña se pegaban o se pegan porque ya no lo sé ni me importa demasiado el motivo de los que llevaban o llevan referido lazo. En tanto que en Francia, como protesta a la subida del precio de los carburantes, estrenan un vistoso chaleco del mismo color, a la par que prenden fuego, no solo al mobiliario urbano, sino también a vehículos y establecimientos de particulares, causando pérdidas por valor incalculable a quienes poca culpa tienen.

No se libran los bancos y sus cajeros de efectivo que pienso escasa culpa tienen contra la medida que toma el Gobierno francés. Pero todo vale, según parece, para estos gamberros ignorantes que en lo único en que se fijan es en la destrucción de quien se esmera en trabajar y sacar su productividad adelante.

Fuera la bandera amarilla, porque aquí no hay quien se preste ni pillastres que icen este color en señal de protesta. El que no esté conforme que se vaya a las antípodas y que no vuelva, ¿verdad?