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Dando la lata

Ancianos

La necesidad de hacer más caso a los mayores

Dice Joan Manuel Serrat que le entristece mucho el trato que nuestra sociedad dispensa a los ancianos. Cuánta razón tiene. Los olvidados, los manipulados, los arrinconados. Observados por la clase política como una manada hambrienta de lobos vigila un rebaño de ovejas. Considerados estorbos, un gasto, una carga. Engañados, utilizados para luego ser ignorados.

Me trae a mal traer comprobar de qué modo tan despreciable se les mantiene en permanente estado de susto, cuando no de miedo. Las pensiones, los medicamentos, las residencias, los hospitales, lo que sea con tal de que el viejecillo se aterrorice y vote en el sentido interesado. Ojo, que vienen los fachas. Cuidado, que vuelven los rojos. No hay derecho. Una sociedad digna y humana no puede tolerar algo así. Lo que merecen nuestros ancianos es seguridad, amparo y agradecimiento. Gracias a ellos estamos aquí. Son los que levantaron un país destruido, atrasado y pobre.

A ellos les debemos que España esté hoy en el grupo cabecero del desarrollo. Es intolerable que un abuelo se vaya a la cama temiendo no cobrar la siguiente pensión o preocupado por no recibir atención sanitaria. Y esos mensajes catastrofistas de "como vengan éstos os vais a enterar" o "yo soy el único que garantiza tu futuro", rozan lo delictivo. El primer gran error que estamos cometiendo, y ya pagando, es despreciar el saber y la experiencia que otorgan los años. Eso de que "como eres viejo ya no sirves" es una equivocación mayúscula cuyos efectos son claramente perceptibles. Ser joven no es ningún mérito. Haber llegado a la ancianidad conservando el bagaje de conocimientos adquiridos durante toda una vida, sí que lo es. Sin embargo, no les escuchamos, cuando en sus "batallitas" se concentra la sabiduría. Porque ellos ya pisaron el camino por el que hoy transitamos. Sí, es diferente, más moderno, pero conduce al mismo lugar y las dificultades son similares. Tiene usted razón, señor Serrat, duele lo que estamos haciendo a los ancianos. Duele por ellos y por lo estúpidos que somos.

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