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Gerente del Grupo El Maeral S. Coop. Astur

El campo está ahí

La defensa del medio rural como fuente de riqueza y de vida en unas comarcas necesitadas de impulsos económicos

"El campo está ahí, nadie se lo ha llevado...". Es una reserva muy útil que no se ha preparado debidamente para su explotación y en circunstancias tan desfavorables como la que nos toca vivir, sería cuestión de plantearnos su uso como alternativa clara y viable, sobre todo porque el carpetazo final a la industria minera marca un antes y un después en nuestros territorios.

Nuestro entorno natural es rico y variado, amén de un recurso natural de alto valor energético y ante unas exigencias claves en el mercado actual, necesitamos la creación de nuevos modelos productivos, nichos de actividad de mayor eficiencia y resultados.

Al pensar en el porvenir de Mieres y meditar cuánta indiferencia existe (o al menos así parece) hacia sus problemas vitales, no nos parece muy halagüeño el futuro y no tenemos motivos para ser optimistas. En el mejor de los casos, queremos pensar que el problema es reversible, que estamos a tiempo de corregirlo y hacemos votos para ello, pero se necesita de manera urgente cambiar las estrategias y las mentalidades.

El medio rural tiene la clave del cambio y necesita reformas sociales para capitalizarlo; es necesario fomentar el asociacionismo y cooperativismo, acercarlo a empresarios emprendedores y fomentarlo en todos los aspectos; hay que cambiar la idea de bienestar por otra mucho más compleja y rica que el simple tener. La postura de las administraciones locales y regionales ha de cambiar de forma substancial, son ellas las que tienen la obligación de buscar alternativas industriales y, además, deben creérselo. También los ciudadanos necesitan un cambio de mentalidad, es necesario superar esa actitud tan común en los habitantes del medio rural de desconfianza hacia las administraciones. frecuentemente con motivos, aunque a la vez lo esperan todo de ellas. Componentes de la cultura industrial, de victimismo, de falta de espíritu emprendedor y de una visión limitada de los problemas globales.

Cualquier aprovechamiento o ampliación de la riqueza de nuestro entorno, vendría "de perillas" para incrementar el caudal de los recursos locales. Pero para ello es necesario estimular esa tendencia natural que muchos hombres y mujeres de nuestro medio rural y hasta algunos de la ciudad, conservan.

Las políticas de desarrollo rural no pueden tener sólo una base de habitabilidad, así no funciona. Es necesario prometer bastante más, como por ejemplo: beneficios fiscales, emplear y fomentar el medio, la educación, los sistemas de comunicación, los servicios que se prestan, las nuevas tecnologías, el turismo, las industrias agroalimentarias, las industrias ganaderas y el sector forestal con todas las implicaciones, destacando sobremanera, la explotación sostenible de Biomasa Forestal. Todas y cada una de ellas deberán jugar un papel esencial. Pero todas ellas requieren un cambio de tendencia en nuestros gobernantes, más agudeza hacía el entorno rural, más diálogo, más implicación política y menos burocracia.

En todo este proceso el medio rural tienen que recuperar muchas de sus funciones desaprovechadas en nombre de un progreso mal planteado y excesivamente reduccionista, ahora empezamos a comprender que es un error pensar que para progresar y vivir en el presente hay que desechar todo el pasado, tradición y progreso no están reñidos, sino todo lo contrario, se tienen que realimentar.

Las administraciones, las cooperativas, los empresarios y el asociacionismo tienen capacidad y posibilidades sobradas para dar vida al medio rural, de manera clara y eficaz, deben asumir la obligación ética y moral de potenciar los recursos naturales que atesoran nuestros territorios y el compromiso de atraer al medio rural a las gentes, promoviendo las más caracterizadas energías productivas.

Hay países y regiones que se preocupan de transformar marismas, zonas desérticas o elevaciones de origen volcánico en tierras de cultivo y de explotación agrícola. Hay pueblos que siembran o plantan en rincones inverosímiles o que dedican cuidados y sacrificios enormes contra la sequedad y demás inclemencias atmosféricas.

Aquí "hasta en los tejados" sale la vegetación, es literal, a pesar de que estamos en pleno cambio climático. Pero vayamos al grano. Solemos captar curiosas teorías, cuando a falta de argumentos válidos que oponer a las ideas de fomento agropecuario, aluden despectivamente a nuestras "aficiones al paisaje campestre". Desde luego, es humanísima la querencia o simpatía hacia la Naturaleza. Pero no es sólo por ahí por donde hemos de dirigir nuestras razones. Nos estamos refiriendo con más ahincó e insistencia a los fenómenos de producción y productividad agropecuaria. Si todo el territorio rural es objetivamente cultivable, si está al mínimo y espontáneo rendimiento, si las técnicas y los estímulos que podría recibir el campo son hoy eficacísimos, si el mercado actual absorbe y paga holgadamente los productos generados, si no está sobrada la economía comarcal de factores que la fortalezcan y estabilicen, si no son incompatibles, resultaría ingenuo y tonto desestimarlo, ¿o no lo ven ustedes así? Si, además, reconocemos las bellezas paisajísticas, el saludable ambiente, los restos fabriles (arqueología industrial), condiciones todas ellas, igualmente cotizables, cómo es posible que no seamos capaces de realizar el puzzle completo.

Mieres puede y debe pensar en industrias relacionadas con el campo y, de hecho, deberían tener gran interés estas cuestiones que, sin duda brindan perspectivas a la inversión, puesto que todo está por hacer y los resultados no se harían esperar, con seguridad de éxito. O logramos que el medio rural sea fuente de "vida" para la sociedad, o sólo quedara la resignación, fenómenos pasajeros o simples espejismos.

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