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Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

Un ejemplo de resistencia cívica

El caso de Carolina Castillo, que se enfrentó a los CDR para no cerrar su negocio en una huelga en Cataluña

Escribe Marguerite Yourcenar en "Memorias de Adriano" que toda tolerancia concedida a los fanáticos los mueve inmediatamente a creer que su causa merece la pena. Además, el triunfo del agresor fanático se produce casi siempre por la pasividad de la mayoría de los espectadores.

Pues bien, a un episodio de fanatismo se enfrentó Carolina Castillo con motivo de la huelga general convocada días atrás en Cataluña contra el juicio a los líderes del proceso independentista. Esta inmigrante hondureña de 35 años no se intimidó cuando un piquete de los CDR (Comités de Defensa de la República) pretendía obligarla a cerrar el comercio de telefonía que regenta en una céntrica calle de Tarrasa.

Los CDR, profesionales de las movilizaciones y los sabotajes callejeros, están considerados como el músculo de los partidos separatistas. Nacen en 2017, y su primer cometido es conseguir que se cumpla la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlamento catalán ese mismo año. También participaron en el plan para esconder las urnas y colocarlas el 1º de octubre en los centros electorales. Desde entonces encabezan protestas, manifestaciones, huelgas, sabotajes, cortes de calles y autopistas. Y tratan de desprestigiar por todos los medios las instituciones españoles. Así, en el acto de inauguración en Barcelona del Mobil Word Congres (Congreso Mundial de Telefonía Móvil), grupos de esos comités quemaron e incitaron a quemar banderas de España, ejemplares de la Constitución y retratos del Rey, entre otros actos antiespañoles.

Y el propio Quim Torra, presidente de la Generalidad, los arenga públicamente para que "aprieten en la calle". Una muestra más del muy limitado nivel político y cívico del primer representante del Estado en Cataluña.

La entereza con que Carolina se enfrentó al piquete tuvo gran relevancia mediática. Y merece destacarse alguno de los motivos de su decidida entereza. Como ella misma ha manifestado, la tienda es su única forma de vida, el pan de su familia: "¿Quién me iba a pagar las pérdidas de un día sin trabajo?"

Por eso no podía permitir que "cuatro niñatos encapuchados que no trabajaron en su vida" trataran de coaccionarla para que se sumara a una huelga por la fuerza sin ningún argumento convincente. Unos chavales que abrazaron la causa independentista "como podían haberlo hecho con cualquier otra". Y que se han unido al estruendo separatista porque creen que el vendaval de la historia se agita a su favor.

Asimismo, la intimidatoria escena del piquete le recordó a Carolina Castillo algo que había vivido con pavor en Honduras, su país natal, hace unos años: el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya que tuvo lugar en junio de 2009. Precisamente esa fue la causa por la que vino a España y se instaló en Cataluña. Buscaba sobre todo la tranquilidad. Lo que no imaginaba es que también aquí iba a tener problemas.

A Carolina, embarazada de cuatro meses, lo que más le ha impresionado del percance fue el odio de los miembros del piquete cuando les dejó claro que no iba a cerrar el comercio. A pesar de lo cual se opuso radicalmente a eso que los clásicos llaman "el dulce placer de la obediencia". Lejos de acobardarse, salió a la puerta y plantó cara a los encapuchados que la reprendieron con insolencia. Sin embargo, hizo lo que tenía que hacer sin temer las consecuencias de su conducta.

En definitiva, al resistir los embates de unos separatistas envalentonados y hostiles, la radical firmeza mostrada por Carolina Castillo representa el mejor ejemplo de unos valores cívicos sin los cuales la democracia no sería más que un régimen quimérico.

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