También es cuestión de suerte. Y de estar ahí en el momento oportuno, cuando pasa el tren. Quién le iba a decir a Pedro Sánchez que, en franca minoría, ganaría una moción de censura y daría el salto a la presidencia del Gobierno. Bueno, pues el PSOE asturiano, heredero del régimen del "innombrable", sin haber mostrado habilidad alguna, que encabezado por Javier Fernández no ha logrado que Asturias saque la cabeza del agujero, ganará las próximas elecciones autonómicas. Porque los principales oponentes han decidido dispararse en el pie justo cuando comienza a apurar el calendario electoral.
Y es que tanto el PP como IU pueden presumir de gruesos historiales de autodestrucción en los momentos más inoportunos. Si se dan cuenta, en el PSOE, a raíz de la expulsión y reentrada triunfal de Sánchez de la ejecutiva federal, también hubo tensiones, cuchillos largos y escabechinas. Pero hoy, de cara a la competición venidera, comparece con buena cara y en aparente calma interna. Sin embargo, la competencia imita a selección española de fútbol en el pasado Mundial: el cirio padre justo antes de saltar al campo.
Quizá sea más entendible en IU, pues responde a una consolidada tradición de refriegas internas en las que nadie mira por los intereses comunes. De hecho, en su momento ya se escucharon unas carcajadas cuando la coalición decidió apellidarse "Unida". Y sus afiliados más acérrimos apostaban en una porra cuántos meses aguantaría esa unidad.
Por su parte, el PP asturiano, una formación acostumbrada al confortable papel de eterna oposición, no aspira a nada más en esta tierra. De hecho, a los auténticos dueños de la formación, los que jamás dan la cara pero mueven los hilos, siempre les fue de perlas manteniendo "a los suyos" fuera del Gobierno regional.
El PSOE asturiano no está en condiciones de presumir de ningún logro en este mandato que se agota. Sin embargo, va a llevarse el pato al agua porque, en ocasiones, lo más oportuno es no hacer nada y dejar el trabajo sucio en manos de los rivales.
