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Dando la lata

Mala leche

Es lo que mi padre definía como "la mala leche de los objetos inanimados". Cómo puede desaparecer ese bolígrafo que acabo de utilizar y depositar sobre la mesa. Cómo es posible que unas gafas de sol, con su funda y todo, se escurran de la chaqueta, caigan al suelo del coche, y no haya forma humana de recuperarlas. Qué explicación tiene que las llaves que dejé sobre la mesilla ya no estén. Porque, hablando de llaves, hace muchos años, en la playa de Levante de Calpe, me sucedió que me quité los pantalones cortos y, al ir a meterlos en la bolsa, vi cómo las llaves del coche -llavero, llavona del contacto, llave media de las puertas y llavuca del depósito de gasolina, como era habitual a mediados de los 80-, saltaban de un bolsillo para caer en la arena, entre mis pies, ante mis ojos y los de media docena de personas que estaban junto a mí y que, en ese fatídico instante, nos quedamos inmóviles para no confundir el rastro. Un rastro clarísimo, un hoyito de entrada que, en principio, no planteaba problemas. Ahí cayeron, ahí han de estar. Pues no. Comencé, con sumo cuidado, operando en la zona y hora y pico después habíamos movido más arena que los árabes construyendo campos de golf. Y las llaves desaparecieron para siempre, como si hubieran entrado en el canal interhemisférico y, quién sabe, igual las halló un aborigen australiano. Pero nosotros pasamos del intento quirúrgico de recuperación, todo finura y precisión, a la excavación enloquecida -el calor en la cabeza causa estrago-- hasta la puesta de sol. Coche cerrado, llaves perdidas: tenemos un problema.

Mi madre acaba de pedirme algo de adhesivo para una de sus labores artísticas. Y, precisamente, yo sujetaba en la mano derecha un tubo de pegamento al responder la llamada. Sin embargo, cuando quise llevárselo no fui capaz de encontrarlo. Eché abajo el escritorio, saqué y volqué los cajones, barrí el suelo? Hice cuanto hay que hacer para encontrar algo. Y, como fracasé, me senté y me puse a escribir.

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