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Dando la lata

A por ellos

La necesidad de poner coto a los pirómanos que queman los montes

Según nos adentramos en el bosque nos apoderó una sensación extraña. El verdor no era tal, el brillo de la vida apenas era perceptible, los grises y los negruzcos dominaban el paisaje. Caminamos entre cientos de hayas calcinadas, un paisaje sombrío y doloroso, de destrucción y vacío en el que, a pesar de todo, la naturaleza comenzaba a poner las bases de su recuperación. De algunos troncos aparentemente muertos brotaban indicios de salud, una hoja verde, una flor, gotas de savia y pequeñas aves que asomaban en los huecos resultantes del incendiario atentado contra los árboles.

Lo que se suponía un paseo liberador por la maravillosa montaña asturiana fue transformándose en una acumulación de rabia y un deseo ardiente de venganza. Tomamos altura y las pruebas de las heridas causadas por los criminales incendios eran cada vez más evidentes. Allá donde dirigiéramos la vista hallamos rastros de fuego.

¡A por ellos!, mascullé. Basta de actitudes contemplativas y de pacatas políticas defensivas. Ya está bien de dejar nuestro patrimonio forestal a disposición de los pirómanos. Y si la justicia legal no es capaz de frenar este crimen, que sea la justicia social la que haga insoportable la existencia de los desalmados del mechero, de los tramperos, de los furtivos. Hay que darle la vuelta a la tortilla y que el excremento humano que se echa al monte con el propósito de destruirlo sea consciente de que su futuro se incinera con cada cerilla encendida.

Cuando la razón y el sentido común son incapaces de influir en esas molleras enfermas, habrá que pasar a mayores y causar miedo. Mucho miedo. El suficiente como para que el incendiario se lo piense muchas veces antes de llenar las latas de combustible.

Lo sé, a la población rural hay que darle soluciones vitales, y estoy convencido de que es posible la convivencia y la sostenibilidad, la actividad económica y la protección medioambiental. Pero lo que resulta del todo insoportable es la actual postura de los poderes públicos. A por ellos, a por los criminales que destruyen nuestros bosques. Y hagámoslo ya, antes de que no quede nada que proteger.

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