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Velando el fuego

El libro de los agravios (I)

La situación en la que se encuentra el Conservatorio de música del Nalón

Las recientes declaraciones del Consejero de Educación afeando la conducta de los miembros de la Mancomunidad, que han decidido dirimir por la vía judicial un problema de competencias sobre la gestión del Conservatorio del Nalón, y las respuestas de los componentes del ente supramunicipal, ha puesto de manifiesto la escasa estatura con la que se solventan las diferencias entre los miembros de un mismo partido, en este caso el socialista y, además, el peligroso juego de intereses que, convertido en un fuego cruzado (aquí ya participan otras tropas políticas), no tiene ningún reparo en usar a los trabajadores del Conservatorio como rehenes. Sobre todo cuando esos 23 puestos de trabajo en peligro (más adelante insistiremos sobre esto) representan la trinchera más débil de la batalla.

Sobre estos ejercicios de impiedad, nada nuevos por cierto: una vez más se ha demostrado que lo que menos importa es contra quién se dispara, con tal de conseguir los objetivos pretendidos, se han escrito infinidad de renglones a lo largo de la historia que, por lo que respecta a nuestra Cuenca, están teñidos de ardor guerrero a la par que de promesas incumplidas. Y que más en concreto, ciñéndonos al Conservatorio, forman un grueso manual de desafecciones y olvidos, casi una biblia de desatinos con sus correspondientes capítulos.

Prólogo. Como cualquier buen libro que se precie, sería muy ilustrativo profundizar en la suerte de vacío, de tierra quemada, de árbol sin florecer que sufrió la Mancomunidad a partir de su fecha de creación (1985 en Campo de Caso). Como testigo privilegiado, por razón de mi profesión, tuve la fortuna de asistir a un parto ilusionante en aquel momento, pero a cuya criatura se le fueron agotando las fuerzas poco a poco. De nuevo apareció ese fuego cruzado (la Mancomunidad quedó convertida en un teatro de operaciones partidistas) y, como era de prever, el músculo del recién nacido se fue tornando cada vez más flácido (ejemplos abundantes hay de ello). Salvo excepciones muy contadas, no hubo apenas ningún munícipe que desde entonces creyera de verdad en el futuro de la Mancomunidad. Error, ceguera o como se quiera denominar que alcanza a todos los partidos políticos.

La primera tragedia cultural. Cualquier marcha, abandono indeseado, alejamiento forzoso de nuestro valle representa un retrato sombrío. Y cuando esta separación afecta al embalaje cultural la pintura se torna decididamente tétrica. Mientras que en el año 2002 Álex Ubago grababa "A gritos de esperanza", la Asociación Cultural Ocana, Orquesta de Cámara del Nalón (creada ese año), con sede en el Conservatorio, y al que pertenecían la mayoría de sus miembros, ve alejarse esos sueños de certidumbre y seguridad merced a las continuas trabas que desde la Mancomunidad se le van poniendo para utilizar las dependencias del centro y algunos instrumentos necesarios. Todo lo cual hizo insostenible su continuidad: en 2005 la Ocana se convirtió en la Ocas, Orquesta de Cámara de Siero.

Si de un lado aludimos a su impresionante trayectoria, más aún considerando que no es profesional, y a su reconocimiento internacional (con la Ocas han actuado Víctor Manuel, Miguel Ríos, Ana Belén, Pablo Carbonell, Kase O, Rozalén y un larguísimo etc), y además al hecho de que son contadas las comarcas españoles que disponen de una orquesta sinfónica estable, no parece exagerado afirmar que su marcha del valle constituye una verdadera tragedia cultural, una pérdida irreparable por la dinamización artística, social y también económica que conllevaba.

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