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Mario Antuña

Siete leguas

Mario Antuña

El hambre de Notre Dame

Una persona tan querida como un hijo lloraba la noche del lunes, ante el televisor, viendo en llamas Notre Dame, considerada una de las cunas de Europa y de la cristiandad. Ayer me contaba su emoción cuando la visitó en solitario, a primera hora de la mañana, en uno de sus viajes a París. Como no es creyente religioso, comprendí esa sensación especial que transmiten lugares extraordinarios y que a él le llevó ahora a las lágrimas. Con el paso de las horas, el fuego extinguido y la mirada puesta en la reconstrucción, la carrera de la cartera de donaciones comenzó a crecer como las llamas que calcinaron parte de la catedral. Ricos y pobres, empresas, sociedades, estados... se fueron sumando como en un telemaratón. Bien estaría que este entusiasmo por Notre Dame también alcanzase a otras necesidades para mí más perentorias, como el hambre. Nuestra Señora, en cuyo honor se alzó, también lo agradecería. Digo yo...

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