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Dando la lata

Al paso

La subida en el precio del combustible en la Semana Santa

El diésel a 1,30 euros. Da la risa floja. Recuerdo cuando se formaban larguísimas colas cada vez que se anunciaba la subida de la gasolina en una peseta. Un vecino me asegura que esta puñalada, justo para arrancar la Semana Santa, es cosa de los moros, que son unos cabrones y están decididos a jorobar cualquier tradición cristiana. Y de la chamusquina de Notre Dame, no lo dice, pero lo piensa. Yo quiero hacerle ver que no nos faltan los cabrones autóctonos, que suelen ser los que están detrás de las agudas subidas y las insignificantes bajadas de los precios. Pero me rindo, porque está obcecado y bajo el efecto idiotizante de las tertulias y los debates políticos.

Hace unos años, repostando en una gasolinera italiana a casi un euro el litro, dijimos: "Si esto pasara en España, se armaría la de San Quintín". Pues a 1,30 y ni una voz más alta que otra. Es el efecto más destacado de las liberalizaciones: todo continuó igual pero más caro. La luz, el gas, los combustibles? Hoy tenemos la fortuna de poder elegir qué compañía nos va a dar un sablazo de impresión. Que viva la libre competencia (obsérvese la ironía).

Con Saldaña en el horizonte, el paso por la gasolinera y la paradita en el peaje de La Magdalena suman lo mismo que un vuelo barato desde el aeropuerto de Santander. A donde sea, pero lejos de la campaña electoral. Que entre lo uno y lo otro, esto sí que es pasión y dolor.

De lo importante para la gran mayoría de la población aún no hemos escuchado nada. La política española se ha desenganchado definitivamente de la realidad y las consecuencias están cada vez más a la vista. A pesar de que existe un amplio acuerdo a la hora de considerar que nuestro sistema educativo es manifiestamente mejorable, el tema permanece arrumbado sine die. Combatir la extensión de la burricie aún no se califica como materia prioritaria. Eso sí, radares de velocidad, por tierra, mar y aire. Los burros, a su paso.

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