La noción de mierensismo, que tanto cultivó el grupo que capitaneaba Luis Fernández Cabeza en torno al semanario "Comarca", ha inspirado y guiado buena parte de la vida de Amadeo Gancedo. No negaba su Tuña natal, el solar tinetense del general Riego, pero fue en el Mieres al que llegó de niño donde encontró el hilo existencial con el que enhebró sus días y trabajos. Y de tal manera, que casi nada de lo que ocurría en la villa del Caudal y comarca le era ajeno. Fue, en este sentido, un mierense militante y un defensor apasionado de una leal manera de entender el compromiso con el sitio en el que uno se siente a gusto, aceptado y comprendido. Somos del lugar en el que queremos estar.

Y ha sido ese mierensismo, un poco olvidado por las nuevas generaciones tras la catástrofe demográfica y la liquidación económica de los últimos años, el alimento del que se nutrió Amadeo Gancedo en sus distintas empresas. También en su entregada dedicación al periodismo, que ha sido, creo yo, su vocación profunda. Quiero decir que, sin traicionar la fidelidad a los hechos y el rigor de los datos, hizo con constancia y brío un periodismo muy pegado al territorio de sus desvelos sin renunciar a esa cuota de amor.

No hay manera de contar bien lo que les pasa a tus vecinos sin unos cuantos gramos de empatía y sin una comprensión cabal de sus alegrías y tristezas. El periodismo de proximidad exige más que ningún otro una rara mezcla de disciplina, disponibilidad, recto proceder en la relación con tus fuentes, además de los de intuición, versatilidad y entrega. Ahí destacó Amadeo Gancedo como un maestro por su minucioso conocimiento de Mieres y de la comarca del Caudal. Periodista de raza, como se suele decir, su corresponsalía para LA NUEVA ESPAÑA fue el espejo en el que algunos nos miramos para hacer de la información, de las noticias, de los titulares, una forma de estar y conversar con el mundo.

En una época en que ese periodismo de cercanías se caracterizaba por el reiterado relato del bache de la esquina, Amadeo Gancedo acertó a llevar a sus crónicas la vivísima urdimbre política, sindical, económica, cultural y social de Mieres y su comarca. Supo romper, en ese sentido, con una línea de información pacata y rutinaria para contar una realidad compleja a los nuevos y más exigentes lectores que surgieron en los apasionados años de la Transición. Fue, desde luego, un referente para los que llegamos después y redactamos nuestras primeras noticias pensando en cómo lo haría él.

Cuando dijo que colgaba la máquina de escribir, le dimos un homenaje en la desaparecida sala Yubana. Algunos intuimos entonces (tal vez lo comenté con su hijo Luis, mi admirado compañero y amigo de tanta travesía) que Amadeo Gancedo seguiría ligado de alguna manera a la escritura de periódicos. Siguió, por supuesto, contando cosas en LA NUEVA ESPAÑA. Y se agudizó aquel mierensismo de sus crónicas de periodista todoterreno. Un abanderado del entusiasmo. Así le recordaremos.