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Junquera, la verdad del fútbol

Un último adiós a la figura del portero langreano, una persona humilde pese a ser ídolo del Real Madrid

Para este estupendo deportista la verdad en todo su sentido era su esencia. Y la faceta de este gran portero en el Real Madrid de los años sesenta era la dedicación total a su pasión bajo los tres palos. Su verdadera envergadura, complexión y altura eran realidades que lo convirtieron en un arquero completo con el estilo que suponía pertenecer a uno de los equipos de más solera del mundo.

Junquera siempre quiso ser portero de fútbol y enganchado a los buenos guardametas langreanos se formó en los equipos base de la zona como el Cruz Blanca felguerino, de grandes talentos futbolísticos. Después en el Langreo y por su brillante trayectoria deportiva alcanzó la gloria en el Real Madrid de Santiago Bernabéu. En ese tiempo de ardor futbolístico y memorias de Radio Nacional con los partidos a las cinco de la tarde y el marcador deportivo y simultáneo "Dardo" de trasfondo, el balompié era el disfrute dominical para muchos aficionados. Las excelentes estiradas y el control de la portería eran las armas de Junquera que causaban admiración en el público que asistía al estadio de Chamartín. En este coliseo vivió Junquera sus tardes y noches de gloria. En liga y Copa de Europa. Aquellos penaltis retenidos a hombres de talla y talento como fueron algunos jugadores del Inter o del Manchester. Lo decía De Felipe, su compañero en la defensa. Solamente el estilo y la presencia de Junquera bajo los tres palos ya era suficiente para asustar al delantero que iba a lanzar la pena máxima. Y Junquera con su retranca asturiana colaboraba en esa situación decisiva.

Hoy el fútbol asturiano y nacional está de luto. Y en Langreo especialmente, donde Andrés Avelino Zapico Junquera era muy querido y estimado. Lo comentaban en el tanatorio, entre anécdotas, sus próximos Lavandera, Secades, Pibe, Tinín o Antón Saavedra, amigos de siempre y contertulios en su bar de Sama donde los encuentros y las chanzas afectas formaban parte del mentidero deportivo. Y en lógica con el Real Madrid de presencia y sentencia.

Y Junquera en su mejor momento vital se fue a ese paraíso eterno dónde los justos como él tienen lugar y emplazamiento. Un hombre afable, poco amante de la popularidad y entregado en cuerpo y alma a su profesión de hostelero feliz con el recuerdo indeleble de su Real Madrid. Aquel conjunto modélico de Sanchís, Pirri, Zoco, Serena, Amancio, Groso, Velázquez y Gento, entre otros estilosos jugadores de una época inolvidable. Y Junquera siempre bebiendo en esos históricos momentos de singladura deportiva con sus historias, sus libros, sus fotos y esa memoria deportiva que marcó una época, porque este singular exguardameta vivía con intensidad su cotidianidad, con su paz interior y con alguna escapada al Bodegón de Mario para disfrutar de unas mollejas, un pulpo braseado o unas patatas con carne, esa culinaria tan deseada por él. Y mentar a Junquera es referirse a un portero estelar, una figura destacada en el universo del fútbol nacional y todo un icono para las nuevas generaciones de guardametas. Estilo, pundonor, fuerza y mucho brazo para aburrir al delantero de turno. Y ahí residía su virtud deportiva. Y Santiago Bernabéu con sus consejos lo puso a vivir y a ser ese portero que todos llevamos dentro. Un hombre genial y pintoresco a su manera. Este día el fútbol asturiano y nacional lloran a Junquera. Un talento como deportista que él descuidaba sin darse cuenta. Era su verdad.

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