La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dando la lata

¿Qué me importa?

Lo percibo con claridad: tengo una edad muy chunga. Aún no tengo que ir al váter cada cinco minutos, pero me estoy haciendo de un "repunante" que no veas. (Mensaje a los no asturianos: "repunante" no es lo mismo que "repugnante"). Cada día me sienta peor que me digan, sin haberlo solicitado, qué tengo que hacer y cómo, qué es lo que me conviene, que me interroguen, que adónde vas, que de dónde vienes, que cuestionen lo que me gusta. La irritante costumbre de meter las narices en las vidas ajenas me trae a mal traer. Tiempo atrás me daba igual, el año pasado me fastidiaba, pero lo hacía resbalar, como el que oye llover, pero hoy me revienta hasta tal punto que estoy en disposición, incluso ansioso, de comenzar a mandar a hacer gárgaras a los entrometidos. "A ti qué te importa", es una de las frases más acertados.

Anoche, aprovechando que no había reunión de la tertulia del contenedor, me metí a hacer limpieza en el facebook, comenzando por los tostones que han retomado sus personales campañas electorales. Llevo muy mal que me digan lo que tengo que votar. Un clic y todos han quedado mudos, como en un limbo cibernético. Un pequeño placer. Un alivio para la mente.

Si yo no obligo a nadie a leer lo que escribo, ni fuera del estricto ámbito profesional tengo el menor interés en saber qué, cómo, cuándo, dónde ni por qué de las vidas de otros, qué menos que reclamar una mínima reciprocidad.

Nos sobran cotillas, chismosos y meticones, cuya función dentro de la sociedad es similar a la de las ortigas: sirven para poco pero molestan mucho. ¿Tan difícil es que cada uno se ocupe de sus propios asuntos y, si no es llamado a ello, deje en paz la vida de los demás? Pues parece ser que sí, que es la mar de complicado. Y a las pruebas me remito.

Creo que nos falta hacernos esa pregunta: ¿A mí qué me importa? Y, si nos respondiéramos con sinceridad actuaríamos en consecuencia.

Compartir el artículo

stats