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A contracorriente

Personajes de ejercicio rural

Juanín y Felipe, dos paisanos de Pendones con mucha historia

Llevan toda su existencia sujetos a las paredes de la montaña. A esos riscos y cañadas que en ese reducto natural conforma caserío. Y ese caserío se llama Pendones, un pueblo de atalaya y sentimiento en el camino a Tarna, a la sombra del emblemático pico Tiatordos donde pasan la vida Juanín y Felipe, dos paisanos de altura y calidad humana que hoy por hoy representan la esencia y los valores del concejo de Caso. Es una apreciación muy personal, pero que cuadra perfectamente con lo que enuncio.

Ambos personajes son coetáneos, están en ese tránsito de los ochenta años y mantienen el pulso vital y las remembranzas como auténticos jóvenes. Juanín que es natural de Caleao, pero enraizó por vía marital en Pendones, se entregó por entero a regentar una tienda bar con arte y sentido del humor. Además de realizar labores de realidad rural y enseñanzas populares siempre en beneficio de su comunidad. Su taberna feliz sigue manteniendo el halo de antaño con productos notables, cosas del buen comer y mucha camaradería con los parroquianos y los montañeros que buscan refugio y afecto en ese santuario de la cocina tradicional. Juanín sigue con su gracejo manteniendo el estilo y la pauta apoyado por sus hijos que le dan ánimo y sosiego para llevar con tiento y satisfacción esa cotidianidad en un entorno rural de compleja vivencia en los duros días del invierno montañés.

Su vecino y compañero Felipe que vive los momentos de ocio en la tienda bar, disfruta mucho con las historias que cuenta Juanín de sus años de niñez, en tierras portuguesas, durante la guerra civil. Un pariente suyo militar lo acogió en la Lusitania, en esos años de tristeza e incomprensión. Y con sus experiencias bien fabuladas, Felipe se muestra encantado entre tragos de vino y sensaciones. Felipe fue muchos años guarda mayor de Redes. También cazador y guía de montaña. Conoce al dedillo todos los rincones y vericuetos de esta reserva de la Biosfera. Tiene en su bagaje muchas anécdotas y muchos instantes vividos con personajes de talla política y social de otras décadas. En su jubilación le gusta pasear sin prisa por la montaña, bajar los jueves a la Pola, al mercado, y guarecerse en su hogar feliz entre libros de naturaleza e historias policíacas. Tanto Juanín como Felipe son viudos y recuerdan con pasión bíblica a sus mujeres. Dicen que ellas fueron el sustento y la fuerza moral de sus familias. ¡Todo un halago! Estos señores de la montaña viven para contarlo y actualmente representan el saber y la bondad de todo un concejo que se está quedando sin gente y sin jóvenes. Ambos no entienden las políticas que se llevan a cabo para fijar población en los pueblos y piden a los poderes públicos más interés y soluciones prácticas para que las aldeas vuelvan a sentir el latido de la vida y todo se normalice para alcanzar el estado del bienestar rural.

Juanín y Felipe son dichosos con sus vivencias y en su diálogo vespertino tras un condumio de sabor doméstico entre sopas, callos o picadillo de venado. La vida transcurre sin sobresaltos y el encuentro dominical alcanza cotas de beneficio filosófico con la sapiencia y la retranca de Juanín. Felipe ajustado a su ocio se despide ante la llamada de su hijo. El ganado estabulado necesita ayuda. Sin duda alguna personajes de talla y ejercicio rural, tan urgentes en estos tiempos de valores perdidos y esfuerzo limitado.

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