Uno creía que la "modernidad líquida" era un concepto filosófico acuñado por Zygmunt Bauman para definir el actual momento de la historia, en el que las realidades sólidas para toda la vida se han desvanecido. Pero hete aquí que sin que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas, en la tierra de la lluvia, nos situamos al borde del abismo cuando el otoño se viste de invierno. Ríos a punto de abandonar sus cauces, argayos que cortan carreteras o aplastan casas, alarmas meteorológicas con nieve a 800 metros... Lo que hace unos años era un invierno se nos aparece con tintes apocalípticos. Algo no funciona bien: los montes se abandonan, los cauces no se limpian, la previsión de avenidas se apura hasta que el agua nos llega al cuello... La "modernidad líquida" no puede ser una Asturias inundada con las primeras lluvias.
