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Celso Rodríguez, la verdad de su sepultura

Nuevos datos sobre la historia de uno de los represaliados por la Revolución de Octubre del 34

La noche del 24 de octubre de 1934 una camioneta, matrícula O-8999, recién requisada a Quico el Cojo, sale de Sama cargada con 24 personas que habían sido detenidas los días previos. Los presos se encontraban recluidos en los sótanos de la Casa del Pueblo de Sama y en los colegios de monjas de La Oscura (San Martín) y de Sama, habilitados como prisión provisional.

En La Curuxona, una escombrera del Pozo Mosquitera, al día siguiente unas mujeres de la zona observaron que se encontraba tapada la fosa que días antes había abierto la guardia civil a la búsqueda de armas. Esto unido a los gritos escuchados la noche anterior suscitó la sospecha y empezaron a remover la tierra.

El hallazgo resultó espantoso, según recordaba José García Cavite, quien participó junto a sus padres en las exhumaciones clandestinas. "Mi padre, mi madre y yo fuimos a la escombrera de Carbayín a desenterrarlos, estaben con fesories y picos desenterrando a esa gente. Entre ellos a Alejandro García, familia de mi padre y un primu mi ma, y a Gerardo Noriega García, un rapaz de Sotrondio que apareció con la cabeza desfecha y una barra de hierro llena de pelo d'él. Lo reconoció la madre, se conoce que-y dieron con ella hasta que lu desfixeron tou; desfixéronlos a toos porque, ye triste decilo y respínguenseme lus pelus al contalo, estaben completamente desfechos a machetazos?".

Hasta aquí la historia es más o menos conocida. Menos conocidas son las consecuencias de la sangrienta represalia dirigida en Carbayín por el teniente Rafael Alonso Nart (hermano del Capitán Nart, quien había caído cerca del Puente de Miramar después de abandonar a la desesperada el cuartel de Sama tras más de treinta horas de resistencia heroica). Y resulta curioso que una de las personas asesinadas en aquella operación represiva no se encuentra bajo la lápida que lleva su nombre en el cementerio de Carbayín. Hablo de Celso Rodríguez Iglesias.

Celso de Les Aparaes, desde niño se había destacado por su ingenio en los negocios y atrás quedaban sus años de chamicero en la época de las vacas gordas del carbón durante la Primera Guerra Mundial. Recientemente había obtenido de Duro Felguera una contrata para el transporte de materiales y mercancías destinadas al nuevo grupo minero de montaña proyectado en Valdelospozos. Por ello, y aprovechando la compra de "matas" de madera para serrar y vender a las empresas mineras, comenzó a construir una vivienda para su mujer Petronila y su hija Neli, pues a Celsa, su segunda hija, no llegaría a conocerla.

A las ocho de la mañana del 5 de octubre de 1934 había finalizado ya el asalto al cuartel de la Guardia Civil de Sotrondio, con un balance de dos muertos y varios heridos. En esos momentos Celso se encontraba con unos maderistas santanderinos, Baltasar y Lucas, en un bosque cerca de Sotrondio talando las vigas de su futuro hogar. Cuando se enteró de la noticia, sobre las once, bajó a Sotrondio a interesarse por el estado de Mario y Alfredo, dos guardias civiles amigos suyos. Mario acababa de ser trasladado muy grave al hospital de Sama y fallecería al poco de ingresar; pero a Alfredo el asalto lo había sorprendido en pijama durante el sueño, estaba siendo atendido en calidad de preso en Las Escuelas Nacionales junto al cuartel semidestruido. Celso fue a su casa a buscar un traje para que Alfredo pudiese vestirse y socorrió a los guardias hasta que los trasladaron a la cárcel de Laviana.

El resto del periodo revolucionario lo pasó preparando materiales para su vivienda y traviesas para Duro Felguera.

Algunos de los cuerpos de La Curuxona no pudieron ser identificados por el ensañamiento sufrido, pero una calvicie producida por una quemadura de niño en la cabeza reveló la identidad de Celso. Después de considerables gestiones, su suegro, Pedro, había obtenido una orden de liberación que fue presentada el día 25?, pero ya era tarde.

Un guardia jurado apartado ya de la plantilla de Duro Felguera por su ineptitud para controlar a los chamiceros decidió ofrecer su colaboración a las fuerzas represoras y este funesto personaje denunció a Celso acusándolo de haber participado en la toma del cuartel de Sotrondio. El descubrimiento de la fosa de La Curuxona junto con la publicación de la noticia en la prensa internacional puso nerviosas a las autoridades y ordenaron hacer desaparecer lo antes posible los cuerpos para evitar que fuesen fotografiados.

Entregaron los restos de Celso a su familia tras ímprobos esfuerzos, bajo amenazas para que el cuerpo fuese trasladado a altas horas de la mañana y en secreto desde Carbayín a Blimea donde nuevamente sería enterrado.

El 1 de mayo de 1936, la Sociedad de Festejos de Blimea, de la que Celso era socio y fundador, y la Agrupación Socialista, organizaron un ofrecimiento floral. Se formó una gran manifestación con la presencia de centenares de personas portando banderas de las organizaciones, claveles y rosas depositadas en silencio sobre la sepultura de Celso de Les Aparaes como homenaje póstumo.

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