La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Velando el fuego

Hay límites

Sobre las amenazas de fusilamiento de un simpatizante de Vox a un miembro de Teruel Existe

La semana pasada comenzaba mi columna diciendo que si antes de entrar en el bar me hubieran preguntado cuál sería el tema estrella del día, a buen seguro que habría acertado a la primera, en referencia a la tregua acordada en la huelga de los supermercados. Así que en esta ocasión no tenía ninguna duda: tanta tinta como se había derramado sobre los posibles apoyos para formar Gobierno, tenía que dejar su huella, al menos durante una temporada. De modo que durante el trayecto desde mi casa hasta el rincón donde me proveo de mi descafeinado habitual, fui pergeñando la táctica más adecuada para enfrentarme al debate que, a buen seguro, se estaría formando en la barra del bar, como así sucedió.

En alguna ocasión he leído que la fidelidad es un don que adquiere su mayor rango cuando del fútbol se trata. Lo que significa que nadie va a cambiar los colores de su equipo por otro, y que solo en situaciones excepcionales es posible encontrar a alguna persona que sea capaz de reconocer que Messi es mejor que Cristiano, o viceversa. Del mismo modo, tampoco es fácil darse de bruces con alguien capaz de admitir las bondades de una organización política en detrimento de la que él entiende que es la más idónea. Si acaso, al igual que en el fútbol, esos cambios se limitan a determinadas coyunturas que, por lo mismo, se pueden considerar también como excepcionales.

Así que cuando abrí la puerta del bar lo hice con el convencimiento de no mezclarme mucho en los debates sobre el resultado final que se había producido hacía pocos días. Como era de esperar, mientras me acercaba al mostrador y pedía la consumición de rigor, se habían formado dos bandos que se esmeraban en afilar sus argumentos a favor del nuevo Gobierno o en contra del mismo. Los motivos que se esgrimían eran variados y distintos, según quienes intervenían en la conversación, incluyendo alabanzas más o menos directas a quienes a partir de ahora iban a regir los destinos del país, abundantes cautelas y prevenciones sobre lo que puede suceder y, cómo no, negros augurios, que a veces rozaban perfiles apocalípticos sobre el desastre que se avecinaba.

Como quiera que a estas alturas del libro todos sabemos más o menos cuáles son nuestras página preferidas, era lógico que algunos parroquianos me felicitaran, dando por supuesto que me sentiría contento con lo sucedido. No tuve ninguna duda a la hora de reafirmar su opinión, añadiendo que estaba seguro de que al menos en temas cruciales sobre derechos y justicia social iba a producirse un cambio importante.

Dicho esto, cogí el diario de LA NUEVA ESPAÑA y con él en la mano fui hasta la mesa en que de costumbre me pongo a "estudiar" las noticias (término este cariñoso que emplea siempre conmigo la dueña del bar).

Hasta que de pronto, y cuando llevaba ya varios minutos de lectura, me di cuenta que se había producido una total coincidencia entre los tertulianos. Al parecer, uno de ellos había sacado a colación las amenazas de una simpatizante o militante de Vox a un miembro de Teruel Existe. Bastó ese "Si hay que fusilarte lo haremos", para ponerlos a todos de acuerdo. Alguien lo expresó de una forma contundente: "Podemos discutir muchas cosas, y no estar de acuerdo con otras, pero hay límites que no se pueden sobrepasar, y este es uno de ellos". Dicho lo cual, abandoné por unos instantes el periódico encima de la mesa y me sumé al comentario.

Compartir el artículo

stats